La noche en el exterior era fresca, pero el calor que desprendía la chimenea encendida en la terraza mantenía el ambiente cálido.
Angelo tenía la mirada fija en Corleone, el esposo de Caterine. De todas las personas allí, era a quien menos conocía, y solo sabía quién era porque lo había visto brevemente en el hospital. Según Lionetta, su prima se había casado con él hacía casi tres años, y él amaba a Caterine incondicionalmente. No sabía si era alguien de confianza, pero supuso que no estaría sentado en esa mesa si no lo fuera.
—Estuve investigando —dijo Leo, sacándolo de sus pensamientos.
Angelo giró la cabeza hacia él.
—De hecho, todos aquí lo hemos estado haciendo. Necesitaremos toda la ayuda posible.
Asintió, en señal de acuerdo.
—¿Tienes algo?
Era difícil saber si Leo traía buenas o malas noticias; su expresión seguía siendo tan impenetrable como siempre.
—Nerea ya había hecho un buen trabajo —dijo él tras una pausa—. Si no tuviera a mi propia experta en tecnología, ya le habría h