Valeria se giraba frente al espejo del vestidor, su corazón latía con un ritmo acelerado que no solo era por los nervios del lanzamiento. El vestido de gala, de un color vino oscuro que realzaba su tez y sus ojos azules, caía en líneas impecables. Se tocó el cabello recogido en un elegante moño, insegura.
—¿Valeria? Vamos, amor, es tarde —la voz de Elías llegó desde la puerta, seguida del sonido de la manija al abrirse.
Él se detuvo en el umbral, su figura alta y poderosa enfundada en un traje oscuro que hacía resaltar el gris intenso de sus ojos. La miró, y por un momento, el mundo exterior cesó de existir.
—Cielos —murmuró, cerrando la puerta a sus espaldas. Se acercó, sus pasos silenciosos sobre la alfombra—. Estás deslumbrante.
Su mano, callosa por el trabajo en el viñedo, acarició su mejilla con una ternura que siempre la sorprendía. Inclinó su rostro y sus labios encontraron los de ella en un beso suave, cuidadoso de no arruinar su maquillaje. Pero luego, esa misma mano, tr