La atmósfera en el despacho de Esteban era tan pesada que podría cortarse con un cuchillo. Ricardo, sentado frente al escritorio, tamborileaba sus dedos con impaciencia.
—¿A qué vendrá esta reunión? —preguntó Esteban, tratando de aparentar calma—. Dijeron que tenían "excelentes noticias". Quizás Valeria esté embarazada. En el mejor de los casos, sería algo bueno.
Pero una inquietud se arrastraba por su espina dorsal. No había podido localizar a su hija ni a Mauricio en los últimos días. Algo olía mal.
Gloria, posando junto a Esteban como si ya fuera la dueña de todo, sonreía con falsa dulzura. Ricardo la miró con desprecio. ”¿Cómo es que Esteban no ve lo falsa que es?”
La puerta se abrió de golpe.
Y todas sus suposiciones se hicieron añicos.
Valeria entró primero, pero no sola. Su mano estaba firmemente entrelazada con la de Elías Alvareda. Detrás de ellos, Mauricio y Gabriel completaban el cuadro, una unidad sólida y desafiante.
—¡¿Qué demonios hace él aquí?! —rugió Este