Salí del apartamento con el corazón desordenado. Ese beso… tan leve, tan inocente, había sido suficiente para abrir una grieta en el muro que me había construido.
Cerré los ojos dentro del ascensor y todavía podía sentir su aroma, su voz suave diciéndome adiós.
No era el beso de una mujer que recordara el pasado. Era el de alguien que estaba empezando de nuevo, sin saber que ya me había amado antes.
Y, aun así, me hizo temblar.
Me descubrí sonriendo, como un idiota, mientras caminaba hacia el auto. Por primera vez en mucho tiempo, sentí esperanza.
Quizás el destino nos estaba dando otra oportunidad.
Me quedé un rato dentro del coche, observando las luces de la ciudad reflejadas en el parabrisas.
Tomé el teléfono, abrí nuestra vieja conversación y escribí:
> “Si tan solo supieras cuánto te extraño…”
Pero antes de presionar enviar, la pantalla se iluminó.
Era Claire.
 Conecte la llamada al auto y Respondí enseguida, sin pensar.
—¿Claire?
Su voz tembló, quebrada, como si acabara de corre