Hoy se cumple un año.
Un año desde que la vida se dividió en un antes y un después.
Un año desde que vi por primera vez a Alhara, diminuta, rosa, tan frágil como un suspiro recién nacido.
Hoy cumple doce meses y, mientras la cargo en mis brazos, no dejo de pensar en cómo algo tan pequeño puede mantenerme respirando cuando todo en mí pide rendirse.
No la celebré como se celebra un primer año normalmente. No hubo globos enormes, ni invitados, ni un jardín lleno de risas. Porque me dolia que su madre no estuviera...Asi que seria una fiesta de tres.
Solo ella, Richard, yo… y el eco silencioso de una casa que aún guarda el perfume de Alice.
—Feliz cumpleaños, pequeña —susurro contra su cabello sedoso.
Ella se ríe como si todo el mundo le perteneciera.
Dice papá con facilidad, con un cariño que perfora el pecho.
Pero mamá… no. Nunca.
Richard sopla un pequeño pastel blanco con crema y fresas. Aplaude, grita, salta, se embarra la cara como si el azúcar fuera pintura, y Alhara le imita con la