El destino es inmodificable.
De pie fuera de su palacio, Elijah esperaba ansioso a los 12 grupos que envió a recorrer la manada en busca de Mateo, ya que no creía que fuera capaz de salir de la barrera por cuenta propia, a pesar de tener un poder inigualable. El supremo observaba con impaciencia a cada grupo que retornaba con las manos vacías. Su rostro reflejaba una mezcla de preocupación y desesperación a medida que cada noticia negativa agitaba su mente inquieta.
—Nada, supremo— le dijeron los líderes de los tres últimos grupos.
—¡Hemos perdido mucho tiempo! — bramó Elijah angustiado, pensando que no podía permitirse perder a su hijo.
—Supremo, ¿y si esa bruja…? — decía Lucius, creyendo en una posibilidad, porque los hechiceros oscuros son seres perversos y les atrae la pureza de las almas. Mateo es un bebé lleno de pureza, con mucho poder que haría a cualquiera ambicionar tenerlo.
—No lo creo, desapareció de mis brazos por cuenta propia, utilizando su propia magia— expuso Elijah pensativo, pensando en que si