Manipulados como títeres.

—Un pulgoso tan mediocre como tú no podrá acabar conmigo— fanfarroneó Diamantim después de verse a salvo, lejos de esas garras que en un segundo le provocaron más dolor del que nunca había recibido. Draven apareció en medio de todo, con Alaric atrapado como un guiñapo, que no podía moverse si no se lo indicaban. Ese brujo perverso lo convirtió en su marioneta.

—Camina— le decía, y el lobo que antes ambicionaba con la supremacía de los lobos daba pasos involuntariamente, hasta que fue expuesto ante su propia gente.

—No me serviste de nada, lobo ridículo— le dijo Diamantim a un Alaric aturdido, que ni siquiera tenía idea de lo que ocurría hasta que Draven le dijo:

—Nunca trabajé para ti. En realidad, estaba a tu lado para manipularte a darle batalla al rey perro.

Alaric no pudo ni tan siquiera protestar, su cabeza fue quitada de su cuello por el filo de una espada, y su cuerpo cayó inerte, siendo su decapitación una lección para cada lobo que una vez se atrevió a apoyar sus planes.

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