LUNA DE HIERRO

LUNA DE HIERROES

Hombre lobo
Última actualización: 2025-10-28
Lin  En proceso
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Resumen
Índice

Tras diez años de exilio, Alaric Kael, heredero caído del Clan Fénris, regresa marcado por la culpa y la sombra del deshonor. Su clan fue destruido en una noche de fuego y traición, y la mano que levantó la sentencia fue la de Lyra Valen, ahora Alfa dominante del temido Clan Arden. El Consejo de Lunas impone un pacto de sangre: Alaric y Lyra deben unirse en un ritual ancestral para mantener frágiles equilibrios y evitar que la guerra consuma a todos los clanes. Lo que comienza como un encuentro cargado de rencor y desconfianza se transforma en un delicado juego de poder, deseo y revelaciones prohibidas. Mientras investigan las sombras del pasado, secretos antiguos y traiciones ocultas salen a la luz, obligando a Alaric y Lyra a enfrentar no solo a enemigos externos, sino también sus propios miedos y cicatrices emocionales. Cada luna llena marca un hito de peligro, pasión y decisiones que podrían sellar su destino o destruirlos para siempre. Entre rituales de sangre, batallas espectrales y conspiraciones del Consejo, surge un vínculo que desafía la lógica y el deber: un amor imposible, cargado de culpa, redención y sacrificio. La pregunta no es solo quién sobrevivirá, sino si podrán perdonarse a sí mismos y al otro, bajo la misma luna que lo ha visto todo y lo recordará para siempre. “Luna de Hierro” es una épica narrativa de fantasía romántica sobrenatural, donde la lealtad, el poder y la pasión se entrelazan en un mundo de lobos, magia ancestral y secretos que nunca deberían ser revelados.

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Capítulo 1

Arco 1: Capítulo 1 – El regreso del exiliado

El aire olía a tierra húmeda y a humo lejano, una mezcla que me era extrañamente familiar. Cada inhalación me recordaba la última vez que estuve en estas tierras, antes de que el fuego consumiera todo lo que conocía y me desterrara a la nada. Mis pasos resonaban sobre la piedra del viejo puente que atravesaba el río Arden, y cada eco parecía susurrarme acusaciones que no podía ignorar. Diez años habían pasado desde que fui expulsado, diez años de caminatas interminables, de noches heladas en territorios ajenos, de memorias que me desgarraban desde dentro. El exilio no solo me quitó mi hogar, me arrancó la identidad; me dejó como una sombra que vagaba entre mundos que nunca habían querido aceptarme.

El cielo estaba cubierto por nubes densas, y la luz de la luna apenas penetraba entre los huecos grises. Aun así, podía sentirla observándome, la misma luna que había sido testigo de la destrucción de mi clan. Su luz plateada bañaba los árboles desnudos, haciendo que sus ramas parecieran dedos retorcidos tratando de alcanzar algo que jamás podrían tocar. Cada sombra parecía moverse con vida propia, y por un instante juré ver figuras que se desvanecían antes de poder enfocar. Era un recuerdo persistente, un presagio de que nada volvería a ser lo mismo.

Cuando crucé el portal de entrada al territorio de los Arden, la sensación de vulnerabilidad me golpeó como un látigo invisible. Nada más entrar, la vigilancia de los centinelas se clavó en mí como cuchillos; lobos enormes, espectros de mis peores pesadillas, me rodeaban con ojos que brillaban con la luz de la luna. Sentí que mi corazón se aceleraba, no por miedo, sino por reconocimiento: cada uno de esos ojos había sido entrenado para encontrar debilidades, para leer pensamientos ocultos, para juzgar con una precisión que solo los Alfa podían permitirse. No había lugar para errores; cada paso que daba estaba bajo escrutinio y cada músculo en tensión era un recordatorio de que no había sido bienvenido.

La primera vez que la vi, no la reconocí al instante. Lyra Valen caminaba con la certeza de alguien que no tolera errores ni cuestionamientos. Su figura parecía tallada en hierro y hielo, erguida con una autoridad que hacía que los árboles se inclinaran ante ella, aunque supiera que era solo una ilusión de poder. Su cabello negro como la noche caía en cascada sobre sus hombros, y sus ojos, oscuros y profundos, me atravesaron sin piedad. No era la chica que una vez conocí en otra vida; era la Alfa dominante, temida y solitaria, un muro impenetrable de disciplina y control. Y aun así, bajo su fría superficie, juraría ver un destello de reconocimiento, un momento fugaz donde sus emociones se desdibujaban antes de ser enterradas por su armadura.

—Has vuelto —dijo, y su voz era un cuchillo envuelto en terciopelo. —No esperaba verte con vida.

Sentí cómo mis piernas se tensaban, cómo la rabia, la culpa y el deseo se mezclaban en un cóctel venenoso que no podía controlar. Quise hablar, pero ninguna palabra era suficiente; ninguna frase podría explicar una década de ausencia, de miedo, de arrepentimiento. Solo un silencio pesado se instaló entre nosotros, un muro más fuerte que cualquier hierro.

—No vine por tu perdón —le dije finalmente, dejando que mi voz resonara con la fuerza que aún me quedaba. —Vine por la verdad.

Ella arqueó una ceja, un gesto pequeño pero cargado de significados que no podía descifrar. Su mirada era inquisitiva, acusatoria y, por un instante, casi humana. El resto del mundo podría haber creído que Lyra Valen era solo una leyenda viva, una Alfa temible que no temía nada ni nadie, pero yo sabía que bajo ese control férreo existía algo que la guerra y la soledad no habían podido destruir: su humanidad, su miedo a la traición y a la pérdida.

El consejo de Lunas me había obligado a volver. No por mí, ni por el clan que había perdido, sino por un equilibrio que trascendía la vida de cualquier individuo. El pacto de sangre que nos habían impuesto era un recordatorio de que no existía justicia, solo supervivencia. Lyra y yo debíamos unirnos en un ritual ancestral que asegurara la paz entre los clanes, aunque cada fibra de mi ser quisiera resistirse. Cada paso hacia su presencia era un recordatorio de que mi destino ya no me pertenecía.

Caminamos hasta el salón central del clan, un espacio tallado en piedra antigua y madera centenaria, donde los símbolos de la luna y de los Arden brillaban en cada pared. Las antorchas iluminaban rostros tensos y cuerpos preparados para cualquier ataque; la guerra aún era un fantasma que acechaba detrás de cada esquina. Cada miembro del clan me miraba con cautela, algunos con odio disfrazado de respeto, otros con curiosidad contenida. No era bienvenido, y eso me gustaba menos de lo que esperaba.

Lyra me hizo un gesto para que me acercara, y sentí el peso de cada ojo sobre nosotros. Su proximidad era un campo de tensión; cada palabra no dicha, cada roce accidental, se cargaba de electricidad. Me recordó a los días anteriores a la tragedia, cuando éramos aliados y rivales al mismo tiempo, solo que ahora la escala era mayor y las consecuencias infinitamente más peligrosas. La historia de nuestro pasado no podía borrarse, y la posibilidad de un futuro compartido parecía tan lejana como la luna misma.

—Alaric —dijo Lyra con voz firme—. El Consejo nos ha impuesto un pacto. No hay opción de rechazarlo. La guerra que amenaza a todos los clanes puede detenerse solo si cumplimos con este ritual.

Sentí cómo un escalofrío recorría mi espalda. Diez años de exilio, diez años de dolor y preguntas sin respuesta, y ahora me encontraba frente a la mujer que había dictado la sentencia que destruyó mi vida. El pacto era un recordatorio cruel de que la vida no se compensa con justicia, solo con decisiones estratégicas. Pero más allá de la política, más allá del deber, algo dentro de mí se negaba a aceptar la frialdad de su mirada; había historias sin contar, traiciones sin revelar, secretos que podrían cambiar todo.

—¿Y si me niego? —pregunté, sabiendo que la pregunta era inútil, pero necesaria para mantener mi dignidad intacta.

Lyra me miró con una calma helada que hizo que mi sangre se congelara. —No te es permitido. —Su voz era autoritaria y definitiva—. Todo lo que te espera, Alaric, está escrito por las Lunas. Tu destino y el mío están ligados ahora, quieras o no.

El silencio posterior era ensordecedor. Solo se escuchaba el murmullo de los lobos que patrullaban los límites del salón y el latido acelerado de mi corazón, que parecía resonar en cada piedra del lugar. Sentí la presión de la historia, de los clanes, de la sangre derramada y de los secretos ocultos, como si el peso del mundo descansara sobre mis hombros.

Mientras Lyra se alejaba para convocar al Consejo, mis pensamientos comenzaron a girar en espirales peligrosas. ¿Qué fue lo que realmente sucedió aquella noche de fuego? ¿Fue su decisión, o hubo manos ocultas que manipularon los hilos del destino? Cada pregunta era una daga que giraba en mi mente, mezclándose con la ira y un deseo que no podía ignorar.

Mis manos, aún marcadas por cicatrices antiguas, temblaban levemente. No era solo la tensión, sino la anticipación de lo que estaba por venir: un juego de poder, un ritual que podría unirnos o destruirnos, y la posibilidad de descubrir la verdad que había perseguido durante una década. La luna llena brillaba a través de los ventanales, bañando la sala con luz plateada, y por un instante, tuve la sensación de que nos observaba, consciente de que cada decisión nuestra marcaría generaciones futuras.

El Consejo de Lunas entró finalmente, con su presencia majestuosa y su aire imponente. Cada miembro parecía más un espectro que un ser humano, con ojos que escrutaban, medían y juzgaban. Escuché sus voces, cargadas de poder y amenaza implícita, hablando de equilibrio, de justicia y de la necesidad de mantener la paz entre los clanes. Cada palabra era un recordatorio de que no había espacio para la duda ni para la compasión; el mundo que conocíamos estaba construido sobre decisiones difíciles y sacrificios inevitables.

Cuando finalmente me señalaron para dar mi respuesta, sentí que la sangre de mis antepasados hervía en mis venas. No era solo la supervivencia de los clanes lo que estaba en juego, sino la posibilidad de descubrir la verdad sobre mi propio pasado, la noche del fuego y la traición que había marcado mi vida. Lyra me miró de nuevo, sus ojos oscuros buscando algo que no podía definir: desafío, rencor, quizá incluso esperanza.

—Acepto —dije finalmente, con voz firme aunque temblorosa—. No por ellos, ni por mí, sino por la verdad que debo encontrar.

Un silencio cargado de electricidad siguió a mis palabras. Los ojos del Consejo se clavaron en mí, evaluando, calculando, juzgando. Lyra no dijo nada, pero su mirada se suavizó apenas, lo suficiente para que mi corazón se acelerara sin que pudiera controlarlo. Su proximidad me recordaba todo lo que había perdido, y todo lo que aún podía recuperar.

El primer paso de nuestro pacto había comenzado, y con él, un camino de secretos, traiciones y pasión imposible que nos consumiría bajo la misma luna. Cada decisión de ese momento sembraba semillas de conflicto, deseo y redención que crecerían a medida que nos acercábamos a la verdad que había permanecido oculta durante una década.

Cliffhanger:

Cuando la puerta del salón se cerró tras el Consejo, un susurro helado recorrió la sala:

—“No confíes en ella… ni en ti mismo.”

El aire vibró con promesas de traición, y por un instante sentí que la oscuridad observaba cada uno de mis movimientos.

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Arco 1: Capítulo 1 – El regreso del exiliado
Arco 1: Capítulo 2 – Ecos del pasado
Arco 1: Capítulo 3 – Susurros en la penumbra
Arco 1: Capítulo 4 – Fuego entre las sombras
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