Un visitante curioso.
En el aquelarre, ocupando el lugar de su padre bajo una gran infelicidad, se encontraba Dayanara, con una familia destruida y sin valor para abandonarlos y correr tras el amor.
—Mamá, no nos podemos quedar así, no es justo que dejes que esa mujer tome mis poderes. Mató al abuelo y tiene que pagar, por ello— exigió Draven frente a los otros brujos.
—No haremos nada, ya perdimos una guerra injustificada. Tu abuelo buscó su muerte por cuenta propia y solo él es responsable de su destino. En cuanto a ti, por trabajar a escondidas bajo sus órdenes, conociendo su secreto, tendrás que permanecer encerrado. Conocías todas sus maldades y decidiste callar y servirle— anunció Dayanara sin mirar a su hijo a la cara, y este cayó de sus piernas.
—Mamá, estás siendo más tirana que nuestro abuelo. Se te nota la amargura, nos condenas a nosotros porque la perdiste a ella, la hija que concediste con amor. Es injusto, eres nuestra madre— le gritó él mientras era arrastrado por los guardias, mientras Ara