Ava Davis
Noche tras noche, me escabullo por el bosque solitario.
La integración a este lugar resultaba difícil, no porque no lo desee, sino porque todos me tratan con frialdad.
La gran mansión, rodeada de altos muros y majestuosos jardines, se había convertido más en una prisión que en un hogar.
Adoraba comer y no me privaba de nada. Había decidido hacer dieta, pero la ansiedad actuaba como una cortina que cubría mis sentimientos.
Mi esposo, distante y ausente, parecía perdido tras problemas que lo mantenían alejado.
Desde la fiesta de boda, casi no cruzamos palabra y cuando lo hacía era para gritar o reprocharme algo.
Liam salió al caer la noche y volvió a la mañana siguiente, sentí su llegada a la habitación.
—¿Dónde andabas? – pregunté, tratando de romper el silencio.
Su respuesta, llena de desdén, hirió mis sentimientos:
—No es cosa que te importe. —Ante su comentario, las lágrimas brotaron sin poder contenerme.
Cada día que pasaba parecía sembrar más dudas en mi ser.
¿Por qué sigo aquí? ¿Qué me ata a este lugar? Planeaba mi escape, idealizando un futuro donde pudiera definir mi identidad, lejos de ser solo la esposa de alguien.
La cocina, amplia y llena de provisiones, empezaba a convertirse en un refugio en medio del caos.
Al ver las latas de salsa, decidí preparar un suculento platillo para Liam.
—Señora, ya le dije que no puede andar por la cocina—insistió una Omega con nerviosismo.
Le sonreí, intentando tranquilizarla:
—No te preocupes, solo le preparo algo delicioso a mi esposo.
Subí a la habitación entusiasmada, deseando sorprenderlo. Sin embargo, su reacción fue violenta.
—¡Apártate! —Gruñó el Alfa.
La bandeja voló por los aires, desparramando la comida en el suelo.
—¡Lo siento!, no quise molestar—murmuré.
—Tu cara ya es una molestia porque me recuerdas a esa zorra— respondió airado.
Corrí hacia el bosque, llorando, sola junto al río que atravesaba los terrenos de la manada Resplandor.
“Todavía no logro comprender por qué se ensaña de esa forma conmigo” — reflexioné al observar mi lobo reflejado en las aguas cristalinas.
No lo veía desde hace días.
—¡No llores! Aprende a resistir, eres su alma gemela. —
La voz de mi lobo elegante y esbelta, desapareció de pronto, dejándome con el deseo incontenido de regresar a la mansión.
Al caminar, observé cómo la manada compartía risas y complicidad, ajenos a mi dolor.
—Se come la comida de todos los Jones — murmuraban algunos.
Me saludaron con desdén y comprendí que siempre sería vista como una intrusa.
La mujer que entró por amor, pero que jamás recibiría su lealtad.
Visualizaba mi libertad como una nueva vida: en una pequeña cafetería, leyendo un libro entre desconocidos.
Allí, podría liberarme del peso de las expectativas y ser un yo auténtico.
“Debo ser fuerte” —repetía mientras las lágrimas caían abundantes.
Empecé a preocuparme por mi aspecto físico, realicé una dieta e hice ejercicio.
No perdí nada de peso.Solo me enfermé de mareos y temblores.
Fue entonces cuando sentí un impulso irrefrenable: Hablar con mi esposo, entender su perspectiva, ese muro que nos separaba.
Tomé valor,aunque me faltaba el aire.
Liam estaba en el despacho sumido en documentos.
—Necesitamos hablar— murmuré, notando la distancia palpable entre nosotros. Él levantó la vista con sorpresa.
—¿Qué parte de las reglas no has entendido? —Volvió a posar la vista sobre los documentos.
Un mareo sacudió mi cabeza intenté agarrarme de la silla y la traje conmigo.
Desperté en mi cama,Liam me llamaba,yo lo veía doble.Me aconsejó que descansara.
Él llamó al doctor,y regresó al estudio,me parecía desconsiderado de su parte, me incorporé y fuí a buscarlo.
Continúo trabajando,apenas me miró,yo no estaba dispuesta a permitir que me ignorara.
Me llené de indignación y le dí un manotazo a la carpeta con los documentos.
—¡Hey que te pasa Omega!
—Soy Luna,tu luna… No soy tratada como tal,los demás no me importan,pero tú….. —Titubeo por varios segundos antes de agregar—Sigues molestó conmigo por algo que no hice.
Me ofreció un vaso con agua y me dijo que me calmara,hicimos contacto visual y por primera vez en días pude ver una pizca de humanidad.
—No se trata de ti, Ava— dijo finalmente, frustrado. —Solo estoy lidiando con mis propios demonios.No quiero discutir,estás enferma.
La desilusión me invadió.
—¿Acaso te importa? ,no tengo la culpa. Solíamos ser amigos— respondí, recordando lo que éramos antes de la traición de Mel.
Liam guardó silencio,lo que me desconcertó aún más,hubiese preferido que me gritara.
—Mel es Mel y yo soy Ava. Nunca he querido forzar nada, pero parece que la proyectas en mí.
Su expresión osciló entre confusión y amargura; su dolor no solo provenía de Mel, sino también de la traición de su hermano.
Sentí compasión al darme cuenta de que su lucha era tan válida como la mía.
—¿Qué necesitas de mí? — preguntó, derrotado.
—Quiero que me liberes de ese odio que no me pertenece. No exijo amor, solo respeto.
Su sorpresa ante mi rebeldía fue un alivio momentáneo. Recordé mi disposición a cumplir con el trato familiar.
—Lamento lo que ella hizo. Solo quiero convivir en paz.
En su mirada hubo un destello de piedad, y por un instante, sentí que podía ser comprendida.
Pero ese momento fugaz se tornó distante nuevamente.
—No te conviene exigir nada; mi padre puede liquidar la sociedad con el tuyo.
Subí corriendo las escaleras, abrumada por la soledad.
Mi mente anhelaba ocupación, cualquier empleo sería suficiente.
Cuando el padre de Liam llegó de la oficina, lo saludé con amabilidad, pero él apenas respondió.
Le pedí hablar a solas, esperando que me ayudara en esta situación difícil. Pero se negó.
Ahora entendía de dónde venía la dureza del corazón de Liam.
En la manada Resplandor, las mujeres son meras máquinas de hacer oficios domésticos.
La visita de mi madrastra interrumpió mis pensamientos:
—¿Cómo te va con el Alfa? Espero que no te enamores de él; quizás mi hija vuelva y él la perdone porque la ama.
Fue entonces que, en un impulso, la agarré del brazo y la jalé hacia la puerta de entrada.
—No estoy para tus caprichos, Camila. Aunque te pese, yo soy la Luna del Alfa.