Liam Jones.
Caminó lentamente hacía mí,con su humilde vestido,tenía poco maquillaje y una confianza que solo puede nacer de una mujer ilusionada.
Ninguno de los invitados se atrevió a murmurar, los examiné con la mirada,la ceremonia comenzó.
Aunque me encontraba allí, mi mente estaba en otro lugar, atrapada en pensamientos oscuros.
Durante la ceremonia, mantuve la mirada fija en cualquier punto que no fuera ella; era más fácil así, ignorar la realidad que me rodeaba.
Oculté mis manos en los bolsillos de mis pantalones, sintiendo la tensión adentrarse en cada fibra de mi ser.
En aquel instante, se borraba la línea entre lo que debía sentir y lo que realmente experimentaba.
Me mostré rígido al llegar el momento cumbre del beso,ella estiró sus labios hacia mí.
Nos conocíamos bien, pero siempre había una distancia respetuosa entre nosotros.
La veía como la hermana mayor de Mel, siempre dulce y amable, pero no era mi tipo.
Opté por el gesto menos comprometido. Coloqué un suave beso en su frente.
Sentí su asombro y decepción. Sus ojos verdes esmeralda se fijaron en mí y el recuerdo de Mel vino a mi mente.
—¿De verdad pensaste que te iba a dar un beso?
¡Ni lo pienses!. No me inspiras ni un mal pensamiento. —Dije con Rabia contenida.
Le dí la espalda y fui en busca de mi padre;me urgía saber el paradero de ese par de traidores.
Mientras recorría el salón, la multitud susurraba comentarios llenos de curiosidad.
No le dí importancia,por mi mente pasaron recuerdos nítidos de mi ex novia,ella se había comportado de manera extraña durante las semanas anteriores.
Había algo en la actitud de Mel que no cuadraba, además de las miradas entre ella y mi hermano Noah.
En su momento lo catalogué como simpatía ambos tenían dieciocho años.
Mi hermano no se encontraba por ningún lado,hecho más curioso y perturbador aún.
Las venas de mi cuello se inflaron ante tanta impotencia,la duda seguía creciendo en mí como una sombra latente.
Los agentes de seguridad me mostraron las grabaciones de las cámaras, y lo que vi retumbó en mi cabeza.
La imagen de ellos huyendo a toda carrera,la sangre bullía dentro de mí,ante tanta impotencia,ese Beta carecía de respeto por nuestra familia.
Me dolía más la traición de mi hermano, ni judas se atrevió a tanto.
De inmediato le informé a mi padre que mi hermano pasaba a ser objetivo de guerra para mí.
—Lo voy a degradar de estatus,ahora soy el Alfa y puedo.
—No puedo permitir que mis hijos se enfrenten por una zorra,las mujeres son simples accesorios.
Esa actitud de mi padre fue el pilar del sufrimiento de mi difunta madre,algo que nunca ví con buenos ojos.
Noah debía tener un castigo ejemplar,quería sentar un precedente mi manada valoraba el linaje, la lealtad... todo eso fue arrasado en el lodo por dos jóvenes irreverentes.
—Ya apaga eso. —Mi padre ya se veía más preocupado.
Seguí mirando el video,con cada imagen que pasaba por la pantalla, mi corazón latía con fuerza.
Me daba cuenta de que el niño que cuidé y amé,mi hermano menor me había dado la puñalada por la espalda.
—Noah quedará fuera de mi herencia. —Mi padre no pestañeó y agregó. —Esa será la consecuencia de sus actos.
Luego de pensar largo rato y con la cabeza más reposada le respondí a mi padre:
—Como Alfa de nuestra manada, tengo la responsabilidad de mantener el orden.
Sabía que sería un escándalo, un gran revuelo familiar, tenía que hacer algo.
Busqué un rincón alejado. Necesitaba pensar, asimilar todo lo que había ocurrido.
En medio del dolor de la traición me imaginaba mi encuentro con Mel.
Preguntándole ¿Por qué me lo hizo Noah?
Cuando volví a la recepción, Ava me miró y forzó una sonrisa con lo que aparentaba ser pura felicidad.
Su mirada desconcertante buscaba conectar con mis ojos, queriendo leer mis pensamientos, entender mi silencio.
No estaba listo para hablar de nosotros. La música sonaba, las conversaciones fluían entre los invitados,la celebración seguía con una inercia aplastante.
La fiesta estaba programada para durar cinco largos días, era una tradición en nuestra manada.
Me encerré con Ava en nuestra recámara nupcial, llena de flores,frutas y comida en abundancia.
La tradición dictaba que era mi deber presentar la prueba de castidad de la novia, un acto simbólico que marcaba el inicio de una vida juntos.
Ella me esperaba sentada al borde de la cama, nerviosa y ansiosa, reflejando angustia en su rostro.
Me acerqué lentamente, podía percibir el temblor de su cuerpo.
—Ava— comencé, tratando de infundir autoridad —No debes compartir nuestra intimidad con nadie, ni siquiera con tu madre.
Mi voz sonaba más severa de lo que pretendía, era crucial establecer límites claros desde el principio.
Este matrimonio era un mero trámite formal, un acuerdo que necesitaba sellar para poder mantener el respeto de la manada.
—Es que yo soy discreta y….
—Segunda regla,no hables si no te lo pido.
Te daré mucho dinero y vivirás con privilegios, mientras dure.
Observé cómo sus ojos se llenaban de lágrimas.
No podía permitirme sentir compasión, aunque cada palabra que salía de mi boca pareciera martillar su corazón.
—En cuanto a nuestra intimidad... no esperes nada de mí.
Saqué una navaja de mi bolsillo.
—¡No mi Alfa!, ¡no me hagas daño!
Con un leve movimiento, hice un pequeño corte en mi mano; la sangre brilló manchando la blancura de la sábana que cubriría nuestra cama.
—Será suficiente para demostrar la consumación de nuestra unión.
—Será como digas— dijo, su tono denotando resignación. —Pero mi interés no es el dinero. Entiendo que mi hermana te hizo daño, pero yo…
La interrumpí bruscamente.
—Cállate. Otra regla es que no me hables de ella. — Mi respuesta salió de manera abrupta, y el silencio que siguió fue ensordecedor.
Esperamos durante más de media hora, sumidos en un silencio cargado de tensión.
Finalmente, decidimos salir, llevando consigo la prueba de virginidad frente a la manada.
El bullicio de risas y celebraciones nos recibió, hubo fuegos artificiales de emociones para celebrar su virginidad.
La gente vitoreaba, disfrutando del espectáculo de cumplir con las tradiciones.
Aun así, no podía seguir arriesgándome a que se hablara de nosotros, así que mandé a buscar un diván grande que coloqué en la misma habitación.