Ava Hills.
—Señorita, ¿Cuál es su nombre? —El doctor me observa con atención.
—Ava Hills, ¿Dónde estoy? Tengo que ver a Liam, él puede hacerle daño.
Entré en crisis y las enfermeras me sujetaron para aplicarle un calmante.
—Calma, señorita Ava.
—Yo me calmo, pero no me inyecte, necesito ver a mi padre, llamen al Alfa Hills.
La enfermera asintió y le dí el número de teléfono de Alborada.
Me dolía un poco la cabeza y poco a poco fui recordando lo que había pasado:
El rugido de las ruedas del auto de carga pesada era ensordecedor
Sentía la adrenalina correr por mis venas mientras miraba por la ventana, sabiendo que no tenía otra opción.
Era ahora o nunca. Antes de que Noah empezara a girar el volante, salté.
La caída me arrastró hacia abajo, atravesando ramas y hojas, hasta estrellarme contra el suelo blando del bosque.
Rodé durante lo que pareció una eternidad, sintiendo cómo cada golpe me dejaba una marca, pero mi instinto de supervivencia me ayudó en el trance.
Cuando finalmente me de