545. La casa que es una tumba.
Narra Ruiz.
La llaman mansión, pero yo le digo ataúd, y no porque me falte espacio o porque las paredes sean estrechas, no, lo digo porque todo lo que contiene esta casa huele a muerte, pero no esa muerte que libera, sino la que encierra, la que te mantiene respirando por capricho ajeno, como si yo fuera un perro guardado en una jaula de oro, condenado a caminar los mismos pasillos una y otra vez, siempre rodeado de espejos que me recuerdan que fui alguien y ya no lo soy, que hubo un tiempo en el que mi nombre bastaba para que temblaran barrios enteros, y ahora lo único que tiembla son mis manos cuando el hijo de puta decide acercarse demasiado.
Camino por estos corredores largos, alfombrados en rojo, como si fueran pasillos de un teatro donde nunca hay público, y pienso que, sí, la casa es una tumba, porque aquí se viene a morir lento, día tras día, minuto tras minuto, sin sangre, sin balas, sin estridencias, solo con la paciencia de un verdugo que goza de ver cómo se pudre el enemig