543. La irrupción.
Narra Dulce.
La respiración de mi padre y la de Tomás llenan la habitación como un rugido animal que me oprime el pecho, jadeos mezclados con gruñidos, golpes secos contra la madera que parecen anunciar que algo en cualquier momento va a romperse, que alguno de los dos va a dejar de respirar, y yo sigo ahí, atrapada entre el deseo de lanzarme hacia ellos y la parálisis que me mantiene fija, como si mis piernas fueran raíces incrustadas en el suelo. Mi corazón late tan fuerte que creo que cualquiera puede oírlo, y mis manos tiemblan tanto que apenas puedo sostenerlas contra mi propio cuerpo, como si abrazarme a mí misma fuera lo único que impide que me desmorone por completo.
Mi padre grita otra vez, su voz como un trueno que me obliga a despertar.
—¡Corre, Dulce, te lo suplico!
Pero antes de que pueda responderle, antes de que pueda siquiera tomar aire para contradecirlo, el sonido irrumpe, un estrépito que corta la tensión como una espada: la puerta se abre de golpe, la madera cruje,