514. El deseo de lanzarse al fuego.
Narra Lorena.
Hay un instante en que la realidad deja de ser mapa, estrategia, palabras dichas con calma alrededor de una mesa, y se convierte en un grito dentro del pecho, un grito que arde y que no se puede callar, porque cuando escucho que Dulce está ahí, en esa casa, en ese monstruo de paredes ciegas y corredores que respiran con la voz de Villa, todo mi cuerpo se enciende, mis piernas tiemblan con la urgencia de correr hacia ella, mi boca se llena de un sabor metálico, como si ya estuviera probando la sangre de ese sacrificio, y sé que no puedo esperar, no puedo quedarme aquí contando los segundos mientras mi hija respira el aire viciado de esa prisión.
—Voy a ir yo —digo sin pensarlo, la voz quebrada, mi respiración desordenada, mis manos temblando sobre la mesa todavía llena de planos, y sé que Jean Pierre me mira con esos ojos suyos que siempre quieren envolverlo todo en un romanticismo calculado, pero en este momento no me importa su juego de amante estratega, porque mi hija