501. La promesa olvidada.
Narra Gomes.
A veces pienso que la memoria es una cárcel peor que cualquier celda. Las paredes no son de piedra, sino de recuerdos, y cuanto más luchas por escapar, más se cierran sobre ti, más se deforman y se repiten, hasta que no sabes si lo que recuerdas es verdad o solo una mentira que inventaste para poder seguir bebiendo. Yo lo sé porque llevo años encerrado en esa prisión silenciosa, y aunque trato de emborracharme lo suficiente para perder las llaves, hay noches en las que las puertas se abren de golpe y entonces todo vuelve: la voz de ella, la mirada desconfiada de la niña, el peso de aquella promesa que nunca quise hacer y que ahora me aplasta con la fuerza de una deuda que no puedo pagar.
Recuerdo a Lorena. No como una mujer dulce ni dócil, porque no lo era; la recuerdo herida, siempre con una sombra en los ojos, como si nunca pudiera estar del todo presente, como si siempre esperara el siguiente golpe del destino. Había en ella algo duro, imposible de quebrar, pero a la v