50. Cerco de lobos.
Narra Ruiz.
Me despierta el zumbido agudo de la línea privada. No el celular normal. No los juguetes para jueces o socios. La otra, la que sólo suena cuando algo jodido está por pasar.
O ya pasó.
Contesto sin mirar la hora.
La voz al otro lado tiembla, pero disimula.
—Jefe... tenemos un problema. Fundación Nueva Esperanza. Anoche alguien se infiltró.
No digo nada.
Sólo me incorporo de la cama, desnudo, con la sábana aún enredada en una pierna, y camino hasta la ventana con la ciudad dormida bajo mis pies.
Las luces titilan como si supieran.
Como si esperaran el derrumbe.
—¿Quién?
Silencio.
Demasiado silencio.
—Creemos… que fue ella.
Mi mandíbula se tensa.
El cristal de la ventana me devuelve el reflejo de un hombre al borde. De un monstruo que se enamoró de su ruina, y ahora le está dando las llaves del reino.
Lorena.
Lorena metiendo las manos en el fuego y sonriendo mientras arde.
Lorena escarbando en mi historia, tocando lo que no debe.
Mi perdición con piernas largas y secretos qu