448. Cena con el diablo.
Narra Jean-Pierre.
Puerto Madero es un animal enjaulado por luces. Aquí, la decadencia se disfraza con acero y vidrio, y los fantasmas del pasado caminan disfrazados de millonarios modernos. En el corazón de esa farsa, se alza esta casa: antigua, restaurada con esmero, transformada en restaurante privado. Solo abre cuando la ocasión lo amerita. Esta noche, la ocasión se llama Dulce.
Llego antes, como siempre. El poder no espera. Elijo una mesa solitaria junto al ventanal donde la ciudad no se oye, solo se refleja. Las paredes están cubiertas de terciopelo azul oscuro. La iluminación es tan tenue que convierte a los vivos en retratos. Una sola vela en el centro. Una mesa de cristal. Cristalería fina. Silencio absoluto.
Todo está diseñado para una ilusión: el control. Mi religión.
El vestido le fue entregado en el hotel esta mañana. Negro, sin espalda, de una tela que se adhiere al cuerpo como un secreto. Con él, una nota:
“La muerte también se viste de gala.”
Ella entra diez minutos t