437. Bajo mi piel.
Narra Dulce.
La cabaña está en medio de la nada. Ni árboles, ni caminos, ni nombres. Solo viento, un techo viejo, y el olor a madera quemada de la estufa que Bruno logra encender con manos aún manchadas de sangre seca. Entro detrás de él sin hablar, sin preguntar. Tengo los dedos entumecidos por el frío y por lo que hice. O por lo que me obligaron a hacer. No sé.
No me tiembla el cuerpo. Eso es lo raro. Ni siquiera lloro. Solo me muevo. Camino. Respiro. Me siento viva… pero no del todo. Como si estuviera cubierta de otra piel que todavía no me pertenece. Bruno me observa desde el umbral de la puerta, con esa mirada entre culpa y deseo que siempre me enciende y me asfixia al mismo tiempo. Me habla con los ojos, pero no dice nada.
Hasta que camina hacia mí.
No me pregunta si quiero. No hace falta. Me toma de la mano con suavidad inesperada, y me lleva al baño. No hay palabras. Solo el sonido del agua golpeando la loza, llenando la tina vieja, tibia, opaca. Me desnuda lento. Me quita la