436. Trampa de sangre.
Narra Bruno.
El aire en el galpón es denso como un sudor viejo. Huele a metal, a miedo, a pólvora que todavía no fue disparada. Los Dragomir son puntuales como una ejecución: entran con pasos firmes, elegantes, como si no fueran traficantes de muerte sino aristócratas del crimen. Hay algo en su forma de mirar que me recuerda a los buitres. Ellos ya comieron antes, y si están acá, es porque planean devorar algo más grande.
Dulce camina a mi lado, pero no es Dulce. Es otra. Una versión maquillada, con peluca rubia, lentes oscuros y un nombre falso que no pronuncia bien. Nadie sabe quién es, y yo pienso mantenerlo así. No la traje para usarla, no del todo. La traje porque si algo se iba al carajo, quería tenerla cerca. Protegerla. Controlarla. Salvarla de mí mismo, tal vez.
Ella no habla. Pero su cuerpo tiembla. Lo noto porque camino tan pegado a ella que siento sus temblores subir por mi brazo como un virus. Le dije que no me mire a los ojos mientras dure el intercambio. Que si algo sa