382. Sombras en la vereda equivocada.
Narra Gomes.
Pasan dos semanas.
Catorce días en los que el país se da vuelta como una media sucia y todavía nadie encuentra lo que realmente importa.
En los noticieros, las palabras se repiten como un mantra hueco: “Reaparece la escritora condenada”, “Lorena A. huye del penal de Ezeiza”, “Posible secuestro o conspiración interna”, “Se refuerza el alerta roja para capturar a la ex pareja del fallecido narco conocido como Ruiz”.
Yo los escucho desde la vieja radio del escritorio, mientras lleno informes que nunca van a llegar a destino. Los periodistas dicen su nombre como si fueran dueños de su historia. No saben una mierda. No saben que esa mujer no huyó para salvarse. Huyó porque tuvo que elegir entre su vida y la de su hija. Y yo… yo estuve ahí. Vi cómo temblaba al verla. Cómo se sostenía con los dientes, con las uñas, con la sangre de sus propios pecados.
Pero la ley no entiende de esas cosas.
La ley ve blanco o negro.
Yo, en cambio, ya no sé cuántos grises me habitan.
Tengo alguno