344. La puerta sin llave. (Segunda parte)
Narra Ruiz.
El espejo no debería estar ahí.
No en un escenario vacío, en un teatro donde no hay butacas ocupadas, ni luces de sala, ni telón.
Y sin embargo, ahí está.
Con ese marco gastado de bronce, con esas vetas que parecen grietas de una piel vieja que ya no puede contener el alma.
Y en el reflejo, ella.
Mi hija.
Dulce.
No sé si es una grabación, un efecto óptico, una ilusión.
Pero la imagen se queda. Sólida. Real.
Llora, sí. Pero no de miedo.
Llora de impotencia.
Llora como lloraría yo, si tuviera todavía algo que perder.
—¿Qué es esto…? —digo en voz baja, apenas audible.
Y ahí, como si el lugar me escuchara, se enciende la segunda luz.
Un foco puntual, sobre una butaca.
Vacía.
En la que descansa una máscara blanca de teatro.
Tragedia.
No comedia.
La agarro.
Es liviana. De cartón prensado. Como esas que usan los pibes en los carnavales escolares.
Pero en el reverso…
hay una letra.
Una sola letra.
L.
Lorena.
No.
“La función está por comenzar.”
Una voz masculina, educada, con modul