345. Todo lo que no se quiebra.
Narrador: Ruiz.
Hay un segundo exacto, una fracción mínima de existencia, donde todo deja de tener sentido.
Ese segundo está ahora.
En esta silla, en este teatro que no es teatro, con el corazón latiendo a un ritmo que ya no reconozco como mío, con las manos apretando el borde del asiento como si así pudiera evitar que el mundo se me caiga encima, y con la cara helada, no por miedo, sino por la certeza brutal de que esta vez, sí, me cagaron.
Porque lo que está en juego no es plata, ni poder, ni reputación.
Es ellas.
Las dos.
Y por más que quiera, no puedo evitar mirarlas.
A Dulce, con los ojos clavados en la cámara, sin llorar, sin gritar, pero con esa cara dura, idéntica a la mía, que no pide ayuda pero grita desde adentro.
Y a Lorena…
Dios.
A Lorena la veo como si la hubiera soñado durante años y de pronto, al despertarme, siguiera ahí, viva, hermosa, arruinada.
Con la boca apretada.
Con ese fuego detrás de los ojos que siempre me hizo perder la cabeza.
La pantalla no es gigante, pe