249. La grieta entre líneas.
Narra Ruiz.
No duermo. No sueño. No pienso.
Leo.
Estoy en ese sillón como un muerto resucitado. La lámpara proyecta sombras largas y deformes sobre la alfombra. El libro está abierto sobre mis piernas, las hojas llenas de mi pasado escrito con tinta ajena. Lo devoro. Página a página. Fragmento a fragmento. Hasta que siento que el tiempo se rompe, que ya no estoy leyendo un libro: estoy reviviendo. Lo que quise enterrar.
Empieza en un bar de mala muerte. Un personaje que claramente soy yo —pero con otro nombre, uno ridículo: "El Cuervo"— se encuentra con una periodista recién llegada al barrio rojo. “Clara”, la llama. Pero es Lorena. Con su descaro. Su modo de hablar, sus preguntas. Esa mezcla entre querer salvarme y desarmarme.
Cada diálogo, cada mirada, cada silencio: los conozco. Los viví. Nadie más estuvo ahí.
¿Fue ella? ¿Escribió esto desde la cárcel? ¿Cómo carajo lo sacó?
Pero sigo leyendo. Y entonces aparece otra cosa.
No solo es nuestra historia.
También están ellos.
Los muerto