243. Todo lo que brilla.
Narra Ruiz.
Dulce se levanta antes que yo. Siempre. Es como si supiera que, si me ve con los ojos entrecerrados y la barba sin afeitar, puede sacar ventaja, como si esa media hora de somnolencia paternal le otorgara una patente para torcerme el brazo con cualquier cosa. Y lo logra, claro. No me molesta. Me gusta verla con esa sonrisa torcida que heredó de su madre, con esos ojitos que brillan con la malicia de alguien que ya entiende más de lo que debería. Tiene siete años, pero parece una pequeña emperatriz con voz de miel y uñas afiladas. Es lista. Tan lista que a veces me da miedo. Como si en cualquier momento se diera cuenta de quién soy en realidad.
Hoy pidió panqueques con dulce de leche y fresas orgánicas que “no tengan pesticidas, papá”. A veces creo que me habla con palabras que escucha en YouTube y no termina de entender, pero las repite con una convicción tan brutal que no puedo negarle nada. La cocinera, una mujer silenciosa que viene dos veces por semana y cobra una fortu