Hoy será un nuevo comienzo.
El corazón de Sara se detuvo por un instante que pareció eterno mientras sentía cómo sus piernas flaqueaban peligrosamente. El miedo a verse descubierta la paralizaba por completo mientras observaba cómo Luciano manipulaba a la caja fuerte sin ninguna prisa ni la menor sospecha.
Sin embargo, para su sorpresa, él no miró dentro ni un segundo más de lo estrictamente necesario. Introdujo la mano con absoluta naturalidad, retiró la caja de terciopelo azul oscuro y, con la misma despreocupación con que la había abierto, cerró la puerta de acero, sellando lo que para ella había sido un infierno silencioso.
Luego colocó de nuevo el cuadro en su sitio, asegurándose de que todo quedara exactamente como debía. Después giró hacia ella, orgulloso, con un destello satisfecho en los ojos que a Sara le pareció la peor de las burlas.
—Quiero que esto te recuerde cuánto te amo, que te recuerde que solo hay un futuro que deseo y es contigo —dijo con esa voz suave que antes habría sido refugio para ella