Frente a la torre de cristal que llevaba grabado el nombre Grupo Moreau Internacional, Catalina se quedó un momento mirando hacia arriba, como si todavía necesitara convencerse de que por fin estaban allí, del otro lado del miedo.
Julián estaba a su lado, vestido con la sobriedad elegante que lo caracterizaba. Sus hombros rectos transmitían calma, aunque Catalina distinguía el leve tic en su mandíbula, esa tensión silenciosa que solo ella sabía leer.
A su izquierda caminaba el juez mercantil Lambert, con su maletín cerrado contra el pecho como si resguardara un secreto inquebrantable.
Pero ya nada era secreto.
Hoy todo terminaría de salir a la luz.
El portazo del coche dio inicio al asedio mediático. Flashes los cegaron por segundos y la ráfaga de preguntas no tardó en estallar como metralla:
—¿Es cierto que Sebastián Moreau está prófugo?
—¿Qué papel tiene la señora Delcourt en todo esto?
—¿La señora Delc