Emily seduce a su cuñado Cristian para vengarse de su marido, Luke. A medida que pasan más tiempo juntos, lo que comienza como una venganza se transforma en una conexión apasionada. Mientras Emily navega entre la traición y el deseo, se enfrenta a una encrucijada. ¿Seguirá adelante con su plan de venganza o permitirá que sus sentimientos por Cristian la guíen hacia un futuro incierto pero lleno de posibilidades?
Ler maisEstaba caminando hacia la entrada de la discoteca, pero de repente, me detuve en seco al sentir una mano firme agarrar mi brazo. Giré sobre mis talones con cuidado de no perder el equilibrio, y cuando miré a la persona que me estaba sujetando el brazo, solo pude pensar ¡Joder! ¡Cristian!
—¿Emily? —Si, esa soy yo. —Princesa, estás preciosa. —Gracias, tú estás más... —no encontraba las palabras adecuadas, pero mi boca solo quería pronunciar palabras como guapo, buenorro, macizo, bombón, cosita linda. —¿Viejo? ¿Más guapo? ¿Más irresistible? —preguntó, mientras se pasaba una mano por su cabello rubio. —Viejo, lo bueno que no estás calvo. —Hasta calvo estaría guapo. Ven aquí y dale un abrazo a tu cuñado. Cristian me envolvió con sus fuertes brazos tatuados. Nueve años sin verle, nueve años habían pasado desde que Cristian me partió el corazón, pero él nunca se enteró de que años atrás me moría por sus huesos. —¿Qué haces aquí, princesa? —me preguntó al oído. —Buscar venganza —respondí, esbozando una sonrisa—. ¿Tu hermano sigue ahí dentro con esa zorra? —pregunté, intrigada. —Emily, es mejor que te vayas a casa. Si lo ves, sufrirás aún más. —De eso nada, yo me quedo aquí. Quiero verlo con mis propios ojos. Noté la decepción en su rostro, pero no me importó en absoluto. Si su hermano se estaba divirtiendo con otras... ¿por qué yo no podía hacer lo mismo? Quería pagarle con la misma modena. En ese momento se me encendió una bombilla en mi cabeza. Vengarme con el hermano de mi marido, pero después rechacé esa idea, eso sería demasiado cruel. —Estás enfadada, lo digo por tu bien. Vete a casa y descansa. —Cristian, agradezco tu preocupación y, sobre todo, quiero darte las gracias por abrirme los ojos. ¡Ah! No te preocupes que no diré que tú me mandaste el vídeo de mi marido con otra mujer, será nuestro secreto. Ahora, si no te importa, voy a entrar, voy hacer lo mismo que mi marido. Voy a buscar a un buenorro y después... Me alegro de verte —Giré para entrar a la discoteca, dando por zanjado nuestro encuentro, pensando que Cristian se marcharía. Pero no fue así, no quiso dejarme sola. Una vez dentro de la discoteca, le supliqué a Cristian que me llevara hasta la zona donde estaba mi marido, su hermano. Al principio se negó, pero finalmente accedió a regañadientes. Caminamos entre la multitud hasta que Cristian me detuvo. Desde la distancia, pude ver a mi marido acariciando y besando a una pelirroja despampanante. En ese momento, pensé en acercarme y darle una bofetada, pero rechacé la idea. Me pondría en ridículo delante de todos y acabaría llorando. Usé gran parte de mi fuerza de voluntad para no volver a mirar a mi querido esposo y centrarme en mi venganza. —¿Estás bien? —preguntó Cristian. —Estoy bien, gracias —respondí, tratando de mantener la compostura. —Me siento mal por contártelo, pero te conozco desde que éramos unos críos y no podía permitir esta situación. Te tengo mucho cariño, y mi hermano es un imbécil por hacerte esto. —Cristian, no te sientas mal por contarme la verdad. Me has hecho un favor y siempre te estaré agradecida. —Espero que no mates al mensajero. —Eso no te lo puedo prometer. Anda ven, vamos a la barra. Me dirigí con paso decidido hacia la barra del bar. Cristian me siguió de cerca, preocupado por lo que pudiera pasar. Al llegar a la barra, levanté la mano y pedí: —Ocho chupitos de tequila, por favor. —Emily, no creo que sea una buena idea. Te vas a emborrachar. El camarero asintió y comenzó a preparar las bebidas. Cristian, con el ceño fruncido, se acercó más a mí y me susurró al oído: —No es una buena idea, vas acabar borracha. Giré mi cabeza y lo miré. —Mira Cristian, me da igual lo que pienses de mí, me da igual todo, no voy a consentir desde hoy que nadie me diga lo que tengo que hacer, si quieres puedes quedarte y acompañarme o te puedes ir tranquilo, no soy tu responsabilidad. Cristian suspiró. —Todo esto es culpa mía. Me siento mal por haberte dicho la verdad. Le sonreí con ternura y le puso una mano en el hombro. ¡Joder, que hombros! Cristian cogió un vasito de chupito y, de un trago, se lo bebió. Segundos después, hice lo mismo, sintiendo el ardor del licor bajar por mi garganta. Media hora más tarde, estaba borracha, bailando y disfrutando de la vida como nunca. Miré a Cristian y no pude evitar reírme, él también estaba borracho y sus movimientos descoordinados llamaron tanto la atención que un grupo de chicas se unieron a él, desafiándolo a una competencia de baile para ver quién lo hacía mejor o peor, solo pude reír. Aproveché que Cristian estaba completamente absorto en su improvisada batalla de baile y me centré en mi plan. Observé a los chicos que había a mi alrededor, evaluando a cada uno con cuidado para elegir al más interesante. En ese momento, Cristian se acercó y me rodeó la cintura con su brazo. —Cristian, ¿qué te parece ese? —señalé a un chico rubio—. Desde aquí se ve guapo. —Por favor, Emily, ese es muy bajito para ti. —¿Y el que está a tu derecha? —¡Te has vuelto loca! No sé por qué te empeñas en liarte con otro hombre. Tienes que tomarte un tiempo para ti —dijo, cruzando los brazos sobre su pecho y clavando su mirada en mis ojos. —Porque quiero, porque me apetece —le repliqué, haciendo una mueca mientras lo miraba. —Tu sabrás —gruñó. Estuve media hora pidiéndole consejo, ninguno le parecía el adecuado. —Contigo es imposible. A lo lejos observé un chico bastante mono que bailaba bastante sexy, lo miré de arriba abajo, lo había encontrado, era el elegido, un moreno alto, que bailaba de escándalo. Alisé mi vestido negro, coloqué mi pelo rubio hacia atrás y tomé una bocanada de aire y me alejé de Cristian. Estaba decidida. Tragué saliva con dificultad. ¡Mierda! estaba realmente nerviosa. Me acerqué al muchacho y me presenté. Diez minutos más tarde, sus brazos rodeaban mi cintura y nuestros cuerpos se movían al compás de la música. Llegó el momento de darlo todo. Estábamos a punto de besarnos cuando, de repente, fui arrancada de sus brazos.—Cristian despierta están a punto de llegar —tiré de las sábanas y para mí sorpresa estaba desnudo—. Tu siempre igual intentando que caiga en la tentación, si no fuera porque tus niños están a punto de llegar... —Si llegan tienen las llaves. Valeria Y Alexander tienen que entender que sus padres tienen necesidades —me sonrió de forma muy sensual. ¡Maldita sea! Aunque había pasado veinte años, seguía siendo adicta a él. Para mí, seguía siendo el hombre más sexy del mundo. En ese momento escuché la puerta. —¿Ahora qué hago con esto? —dijo señalando sus partes íntimas. —Una ducha fría —solté una carcajada—. Vístete, vamos rápido —le ordené y después le lancé un pantalón a la cara. Me di la vuelta y bajé las escaleras apresuradamente. Mis niños, me estaban esperando en el salón y necesitaba urgentemente abrazarlos. —¡Mamá!—me llamó Valeria. La abracé tan fuerte que se quejó, aunque ya había crecido para mi seguía siendo mi preciosa bebé. Era una mujer esbelta, su pelo de color dor
Con el paso de las semanas me fui encontrando mucho mejor, alejé de mi mente todo lo relacionado con mi madre, de tan sólo pensar me dolía tanto. Los padres de Cristian nos invitaron a cenar a su casa, pero yo no tenía fuerzas, bastante mal lo había pasado con mi madre para tener que enfrentar a toda la familia de Cristian. No iba permitir reproches, ni amenazas. No estaba dispuesta soportar otra vez lo mismo. Cuando me quedé sola en casa disfrutando de la soledad, me preparé un sándwich de pavo y queso y después me senté en el sofá para ver una película romántica mientras Cristian cenaba con su familia, aunque no me podía concentrar en la película ya que Cristian me escribía cada cinco minutos para preguntarme como estaba o si necesitaba algo. Aunque el último mensaje me puso los pelos de gallina. Cristian: "Le he contado a mi familia las dos noticias" Emily: "¿Me odian, verdad? Cristian: "No te odian, al contrario están deseando verte" Emily: "Siento decirte que no me lo c
Lo pensé dos veces, mis dedos jugueteaban nerviosamente con la pequeña cajita dentro del bolso. Finalmente, decidí no dárselo en el restaurante; el ambiente no era el adecuado. Esperaría hasta llegar al hotel, donde la intimidad de nuestra habitación sería el escenario perfecto.La ansiedad me invadía, pero sabía que a veces lo bueno se hace esperar. Cada paso que dábamos de regreso al hotel, cogidos de la mano, sentía cómo mis nervios crecían dentro de mí. La noche era fresca, y las luces de la ciudad creaban un ambiente mágico a nuestro alrededor.Al llegar a nuestra habitación, cerré la puerta detrás de nosotros y, con una sonrisa nerviosa, me giré hacia él. Este era el momento que había estado esperando, el momento en que nuestras vidas podrían cambiar para siempre.Sus labios asaltaron los míos y me rendí a sus encantos haciéndome olvidar todo. Nuestras ropas acabaron desparramadas por el suelo incluso hasta mi bolso, deseé que la cajita no se hubiese dañado, pero la preocupació
Miré a Cristian con el corazón destrozado. Esa m*****a lunática había matado a mi bebé, a nuestro bebé, y todo por mi culpa. Por ofrecerle mi amistad a una desconocida, por dejarla entrar en mi vida hasta el punto de destruirla. Jamás me lo iba a perdonar. —Os voy a dejar un momento para que podáis asimilar esta noticia. Volveré más tarde —dijo el doctor, saliendo de la habitación y dejando un silencio estremecedor. Me armé de valor y lo miré a los ojos, buscando en ellos algún indicio de odio o resentimiento. —¿Me odias? —pregunté con la voz quebrada. —Princesa, ¿por qué tendría que odiarte? —respondió él, con una ternura que me desarmó. —Por mi culpa nuestro bebé está muerto —no pude contener el llanto. Anhelaba tanto tener un bebé, ser madre era mi mayor deseo, y cuando me lo arrebataron, caí en un profundo infierno. Cristian me abrazó con fuerza, sus palabras eran un bálsamo para mi alma herida. —Emily, vamos a superar esto. Tú eres fuerte. —No lo sé —dije entre sollozos.
Desde el umbral de la puerta de mi dormitorio me quedé observándola. Estaba perpleja. —Estela, ¿Qué haces en mi casa? —tragué saliva forzadamente. —No me llamo Estela, me llamo Emily —dijo mientras acariciaba el cuchillo que sujetaba su mano. Di un paso hacia atrás. —Quédate quieta estúpida. Tienes que entender que esta es mi casa y Cristian es mi novio. ¡Esta mujer estaba completamente loca! Mi respiración se estaba acelerando al igual que mi corazón. —¿Eres tú la persona que me ha estado vigilando? ¿Has estado robando mi ropa? —pregunté confusa, arrugando la frente. —Qué estúpida eres, yo vivo aquí, te crees muy guapa, siempre rodeada de hombres hermosos, todos se preocupan por ti, vas de buena por la vida queriendo ayudar a todo el mundo. No eres ninguna santa, por eso tengo que matarte, en este mundo no puede vivir gente tan falsa como tú, así me dejarás vivir tranquila con Cristian de una puta vez. Sus ojos se habían oscurecido, por cómo me miraba sabía que no entraría en
Miré el reloj, eran las cinco de la tarde. Había salido antes del trabajo porque quería darle una sorpresa a Cristian. Primero, tenía que ir al supermercado a comprar todos los ingredientes para hacerle su cena favorita: lasaña. Mi plan era darle su regalo después de cenar, un viaje para dos personas a Bélgica. Cristian siempre hablaba de visitar la ciudad de Brujas, así que no lo pensé dos veces y reservé el viaje. Hablé con Henry para pedirle que le diera una semana de vacaciones. Tenía suficiente confianza con él, y no hubo problema, pero con una condición, que le trajera un regalito de Brujas. Acepté encantada. Mientras aparcaba el coche en el parking del supermercado, mi mente no dejaba de darle vueltas a nuestra conversación sobre casarnos. Le confesé que me daba miedo y que necesitaba pensarlo. Después de mi respuesta, dejamos el tema por el momento. De repente, sentí un toque en la espalda. Me giré rápidamente y vi a Luke, mi ex marido. —Hola, Emily —dijo él con una sonrisa
Último capítulo