Capítulo 7. ¡Estoy en casa, maridito!
Encontrarme con mi amiga Laura era lo que menos deseaba en ese momento, pero no había escapatoria.
—¡Emily! ¡Emily! —exclamó Laura—. ¿Cómo estás?
—¿De verdad tienes el valor de preguntarme eso? — me acerqué a ella—. Confié en ti, en todas ustedes. Y me ocultasteis que mi marido tenía una amante. ¿Cómo pudisteis?
—Emily, no queríamos hacerte daño. Pensamos que era mejor que lo descubrieras por ti misma.
—¿Mejor? ¿Para quién? ¿Para vosotras? —me crucé de brazos, tratando de contenerme y no darle una bofetada—. Pensé que éramos amigas, que podía confiar en vosotras. Pero me equivoqué.
—Emily, lo siento mucho. No sabes cuánto. Pero no sabíamos cómo decírtelo. Pensé que no me ibas a creer.
—Pues deberíais haber encontrado la manera. Porque ahora no puedo volver a confiar en vosotras.
Laura bajó la cabeza avergonzada.
—Entiendo que estés enfadada. Y tienes todo el derecho. Solo espero que algún día puedas perdonarnos.
—Lo dudo mucho —fui a girarme, pero Laura me agarró del brazo y