Jueves, Universidad de Columbia
La universidad bullía con el regreso a clases. El murmullo de los pasillos, las mochilas al hombro, los cafés apresurados. Isabella caminaba entre los estudiantes como si el mundo no hubiera tambaleado apenas días atrás. Todo parecía volver a una normalidad artificial. Pero en su pecho seguía el eco del disparo, el peso del encierro, la sombra de una guerra que no terminaba.
Sintió un suspiro cálido en la nuca y luego unos brazos envolverla desde atrás.
—Las horas se me hicieron eternas sin mi niña bonita —susurró Nick, besándole la mejilla—. ¿Me extrañaste?
Ella se giró, lo vio… y por un momento solo se dejó caer en su pecho. Ese abrazo era su respiro.
Sin más palabras, caminaron hasta los jardines del campus, donde el sol se filtraba suave entre las hojas de los robles.
Bajo la sombra de uno, se acostaron sobre la grama. Nick la rodeó con un brazo y ella recostó la cabeza en su pecho.
—Si pudieras escoger el futuro perfecto… ¿cómo lo imaginas? —pregun