…Al separarse, Isabella tenía las mejillas encendidas. Él la miró con ternura.
—No me canso de amar cuando te sonrojas así…
Ella no respondió. Solo lo abrazó fuerte. Permanecieron así, con el eco de la película de fondo, el aroma de las palomitas flotando en el aire y la sensación de que esa tarde ya no era una más… Era el inicio de algo que ninguno de los dos sabría nombrar.
En el corazón de Manhattan, el apartamento de Nick dejó de ser un simple refugio. Por unas horas, fue un hogar sin etiquetas, sin límites, sin miedo.
La película terminó. Los créditos subían por la pantalla en silencio, y ni Isabella ni Nick se movieron. No hacía falta. La historia que acababan de ver les había tocado fibras distintas… pero igual de profundas.
—Nunca había visto a un hombre llorar con una película —murmuró Isabella con una sonrisa dulce, rozando con su pulgar la comisura del ojo de Nick.
Él desvió la mirada, sonrojado como pocas veces.
—No lloro por la película, Isa… —tragó saliva—. Lloro por lo