Una propuesta a la fuerza.
La puerta se abre con un golpe seco y el aire cambia de inmediato.
Damián entra.
Su presencia llena la habitación como si todo el oxígeno se extinguiera a su alrededor.
Me levanto de golpe, con el corazón tambaleando en el pecho. Su abuelo lo observa con una mezcla de duda y desconcierto, como si sospechara que algo se esconde entre nosotros.
—Yo tengo algo que hacer —digo apresurada, casi sin pensar, sintiendo que mis piernas quieren moverse antes de que él me detenga.
Intento salir. Damián da un paso adelante y su mano se extiende, pero me adelanto. Mi cuerpo reacciona antes que mi mente. Salgo corriendo de la casa como alma que lleva el diablo, dejando atrás el eco de su voz y el peso sofocante de su mirada.
Los guardias apostados en la entrada me observan, pero no hacen nada. No sé si por órdenes suyas o porque dudan que alguien pueda huir de Damián y seguir con vida. Aun así, corro. Mis pies golpean el suelo con fuerza hasta que el portón queda atrás y la brisa helada me azota el