La reunión que dejó a todos sorprendidos.
Subo con Damián las escaleras y cada escalón es como si pisara clavos. No es el cansancio, es la tensión. La sensación de estar caminando hacia un encierro más que hacia una habitación. Y solo saber que la gente que queda en la sala no dejan de vernos por la bomba que se acaba de soltar.Él va delante de mí, su espalda rígida, sus pasos duros, como si el piso también le debiera respeto.
Llegamos al cuarto y las maletas ya están sobre la cama. Una sola cama. Una enorme, lujosa, pero única. Mi estómago se encoge. Trago saliva y miro a otro lado fingiendo que no me afecta, pero Damián lo nota. Siempre nota todo.
Me observa con una ceja levantada, como esperando que corra, que haga un comentario estúpido o que me tiemblen las piernas. No le daré ese gusto.
—Puedo dormir en un sofá —digo con firmeza, aunque mi voz no suena tan fuerte como quisiera.
Él sonríe, pero no es una sonrisa normal. Es una que me recorre el cuerpo como un escalofrío, mezcla de burla y advertencia.
—Claro —dice con fr