Una presiónera de su juego.
Subo a mi habitación con pasos rápidos, casi tropezándome con mis propios nervios. Cierro con seguro apenas atravieso la puerta y me dejo caer boca arriba en la cama, esperando que el sueño llegue rápido y se lleve con él todo lo que traigo atorado en el pecho. Pero no llega. Me muevo de un lado a otro, arropándome, destapándome, intentando encontrar una posición que me deje descansar. Nada funciona.
Mi mente va y viene de solo recordar sus palabras, "mate a alguien."
Pasan quizás minutos… u horas, no lo sé. Hasta que escucho la puerta principal abrirse con un golpe seco y, segundos después, el sonido de un motor apagándose afuera. Me incorporo en la cama y camino con sigilo hacia el balcón, cuidando no hacer ruido. Me asomo apenas, escondiéndome en la cortina para no ser vista.
Un carro oscuro está estacionado afuera. Damián espera… pero no con la ropa con la que salió esta tarde. Ahora lleva camisa negra, pantalón oscuro, el cabello un poco desordenado, como si hubiera fuera a un lu