La esposa de Damián Volkov.
—Me iré a mi casa.
Lo digo tartamudeando, intentando recuperar el control, pero mi voz suena más pequeña de lo que quisiera. Damián niega de inmediato, sin pensarlo, con esa seguridad irritante que siempre usa para imponerse.
—Estarás aquí por el tiempo requerido. Después te podrás largar.
El corazón me golpea el pecho. No sé si por rabia o por miedo.
—Pero… mi trabajo.
—Pedirás permiso y regresarás cuando esto termine.
Lo dice sin siquiera mirarme, como si todo en mi vida pudiera pausarse a su conveniencia. Me giro, mirando alrededor. Esta casa no es mía, no me pertenece, no me siento segura aquí… y aun así pretende encerrarme como si fuera un objeto.
—Con la condición de que pueda salir. No soy una esclava.
Él levanta la mirada, frío, calculador.
—Te quedarás en la misma habitación.
—¿Puedo traer mi ropa? —pregunto intentando mantener la calma, aunque mi pecho arde de frustración.
Él vuelve a negar, lento, casi disfrutándolo.
—Mi esposa no vestirá así… como una mendiga.
Sus palabras