Malditos mafiosos... Todos locos...
—¿Estás borracha?
—¿Quién, yo? —se señaló a sí misma—. ¡Claro que no!
Los ojos vidriosos la delataban, y la forma en que se agarraba de la mesa para no caerse.
—Victoria, levántate. Nos vamos.
—Pero si recién llegamos —protestó, haciendo un puchero—. Tomás me estaba contando cosas muy interesantes sobre ti.
Tomás se reclinó en su silla, disfrutándolo, buscando hacerme quedar en ridículo.
—Le conté sobre aquella vez que fuimos a pescar, ¿te acuerdas? Cuando recién empezábamos.
No habíamos ido a pescar. Habíamos ido a cobrar una deuda, y las cosas se habían salido de control. Fue la primera vez que vi a Tomás matar a alguien.
—No me acuerdo —le dije.
—¡Ay, qué memoria tan mala! —Victoria se rió, y se despatarró en la silla—. También me contó que tu papá y el suyo eran socios.
—Eran —remarqué.
Ahí Tomás se puso de pie lentamente. Se sonreía, yo sabía lo que venía.
—Victoria —le dije, extendiendo la mano—. Ahora.
—No quiero irme. Al fin estoy divirtiéndome. ¿Nos podemos quedar un ratito m