ALEX GARCÍA
—¡¡¡NO!!! —gritó Santiago al mismo tiempo que dejé caer el arma con molestia para cruzarme de brazos. En cuanto la culata del arma tocó el piso se volvió a disparar.
Por inercia cubrí mi cabeza con ambas manos, incluso levanté una de mis piernas como si fuera suficiente para proteger mi torso, y claro, cerré los ojos, porque si me iba morir de una forma tan tonta, no quería ver.
Después de ese último disparo accidental, de nuevo el silencio se instaló entre nosotros. Abrí un ojo por precaución antes de bajar mi pierna y las manos. Eché un vistazo rápido por mi cuerpo, no parecía herida. Volteé hacia Santiago que también parecía estarse inspeccionando. Solo tenía ese disparo en su hombro, pero nada más.
—Estuvo cerca —dije aliviado, posando ambas manos en mi cintura cuando un golpe sordo sonó detrás de mí. De un brinco di media vuelta y lo vi, el hombre que había golpeado al principio estaba tumbado boca abajo, con la mirada perdida, sacando sangre por la boca y con un ho