CAPÍTULO 19

Bebió un trago, absorbió por su nariz y siguió bebiendo, alzando el vaso pidiendo un poco más.

Alguien lo reconoció. La reunión en la que estaba esa persona terminó, y esperó que los demás se fueran para enfocar mejor y estar seguro que aquél hombre vestido de traje, aunque sin la chaqueta, la corbata floja y las mangas arremolinadas, era a quien conocía.

Acertó. Adam Coney estaba allí.

El hombre, vestido también de traje y corbata, se acercó a la mesa del abogado.

—Que sean dos —dijo el recién llegado al mesero que traía la otra ronda.

Adam miró a la persona. Su rostro palideció.

—Maldita sea —pensó en voz alta.

El recién llegado, aún de pie, enarcó las cejas y sonrió al mismo tiempo al escucharle decir eso.

—¿Soy mala compañía?

Adam siguió mirando al hombre, que ahora arrimaba una silla y se sentaba frente a él.

De repente, el abogado se echó a reír.

El otro sujeto rió un poco al ver cómo Adam se destornillaba de risa. Claramente estaba ebrio, pero al mismo tiempo lo ponía
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