Manipulación del CEO.
Edward se inclinó sobre la cuna con movimientos torpes, procurando que sus dedos no rozaran la mantita más de lo necesario. Los bebés respiraban con esa paz que él no conocía en sí mismo. Uno giró el rostro, buscando calor, y Edward lo acomodó con dedos rígidos y torpes.
—Así está bien… —Susurró nervioso.
Cuidar de sus hijos, que Anya confiara en él para cuidarlos y que sus hijos se sintieran reconfortados con él, tanto que no emitían ni un solo sollozo, mientras él los cuidaba, era un deleite. Pero tenía miedo de cargarlos de manera inadecuada, de usar demasiada fuerza y lastimarlos o dejarlos caer. La sola idea dolía.
Les cubrió con cuidado, y por primera vez, no pensó en herencia, ni en legado, ni en lo que el apellido Vanderbilt exigía.
Pensó en Anya, en su mirada cuando dijo que tenía algo “personal” que hacer, en la manera fría en que evitaba hablar con él, o siquiera pronunciar su nombre más allá de lo necesario.
—Solo necesito saber si mientes... —Murmuró aún sin moverse—. Si