Las calles de Londres estaban despejadas “Es un día de semana, después de todo” Pensó Anya sorprendiéndose a sí misma.
Ya que desde hacía rato no había dejado de pensar en lo que Edward había dicho “Te miraba, porque intentaba recordar si alguna vez te había visto realmente” había dicho él, con una voz calma, sin ánimos de seducción, pero que había hecho latir su corazón de tal manera, que los nervios en su cuerpo se hicieron presentes y después de mucho tiempo, había bajado la guardia. Aunque Anya no lo notaba, por primera vez se sentía agusta junto a él y su cerebro parecía no querer arruinarlo.
Edward, por su parte, mantenía la vista al frente, intentando mantenerse sereno, pero la tensión en sus manos lo delataban.
No podía flaquear, pero lo había hecho. Justo en aquel momento en que decidió ir con ella al cine.
No era que planear ignorarla, tampoco quería que se sintiera culpable, pero en su profesión, había aprendido a no actuar sin meditar las cosas. Y desde que la escuchó hab