Mis ojos solo te buscan a ti.

El reloj en su laptop marcaba las 10:22 de la mañana.

Edward lo cerró al ver la hora. Se acomodó los puños de la camisa y miró a Anya, que seguía sentada, frente a él, con una pequeña cucharada de puré a medio camino entre su plato y la boca.

—¿Te parece si vamos ahora? —Preguntó él con voz serena, pero firme.

Anya parpadeó. No había esperado que él respondiera a su invitación con tanta rapidez. Mucho menos que eligiera ir ese mismo día.

—Ah… claro. —Murmuró, casi sin darse cuenta.

Edward se levantó y comenzó a recoger los documentos esparcidos sobre la mesa con esa elegancia fría que parecía parte de su propia naturaleza.

Luego se volvió hacia ella otra vez.

—¿Quieres que llevemos a los niños? —Preguntó, con el mismo tono neutral.

Anya lo miró insegura. “Seguramente lo pregunta por lo que le dije la otra vez, eso de que siempre deja a un lado a los niños” Pensó ella. Así que negó con la cabeza.

—No. —Respondió con voz serena, dejando la cuchara sobre el plato—. Estarán más tranquilo
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