Ámbar hizo una breve pausa para luego continuar.

—Ahora que has despertado, comprendo que nada de esto estaba en tus planes. Imagino que lo último que deseas es encontrarte atado a mí y a este hijo que ni siquiera esperabas. Por eso quiero dejar las cosas claras: si lo deseas, te daré el divorcio. Podrás rehacer tu vida como mejor te parezca. Incluso, si decides desentenderte del niño, no tendré objeción alguna. Lo criaré sola, llevará mi apellido y nunca tendrás que preocuparte por nada. Te doy mi palabra de que jamás reclamaré nada de ti como padre. Si lo prefieres, puedo firmar un documento que lo deje por escrito, un compromiso legal de que jamás buscaré exigirte ni presencia, ni dinero, ni reconocimiento. Absolutamente nada.

Elías arqueó una ceja, sorprendido por lo que acababa de escuchar.

—Ámbar, esto no es lo que habíamos acordado —declaró él.

—Lo sé, Elías. Soy plenamente consciente, pero las circunstancias eran muy distintas entonces. Tu sobrino estaba en coma, y nadie sabía