C15: No me subestimes.
De pronto, en el umbral, otra figura quedó paralizada. Layla subió a la habitación para seguir abrumando a Raymond con sus muestras de afecto, pero sus ojos se abrieron al ver a Ámbar besándolo.
—¿Qué significa esto? —cuestionó.
Layla se comportaba como si fuera la esposa legítima de Raymond y dueña de su afecto. Ver aquel beso era para ella como ver a otra mujer arrebatarle a su hombre.
La voz de Layla hizo que Raymond y Ámbar se separaran del beso. Ámbar giró la cabeza y, al ver el rostro desencajado de Layla, parte de ella experimentó cierta satisfacción.
Pero esa satisfacción se desvaneció en una duda fugaz: ¿por qué le molestaba que Layla se creyera dueña de Raymond? Entre ellos no había amor, solo un acuerdo. Entonces, ¿qué significaba aquella punzada de molestia?
Mientras esa pregunta se agolpaba en su mente, Raymond tomó la palabra.
—Layla —pronunció—. Tu tía ya te explicará todo con detalle. Ahora, por favor, quisiera que me dejaran a solas con mi esposa.
—¿Tu… esposa? —repiti