Heleanor, una multimillonaria mujer de treinta y cuatro años de edad, tiene una noche pasional con Hedrick, un joven universitario menor que ella, al cual conoce en un bar. Pero una inesperada verdad, los hará sumergirse en un romance prohibido y vivir un amor en secreto.
Leer másHedrick Diehl, un joven de veintiún años, que cursaba sexto semestre de la carrera de economía, estaba sentado en la cómoda silla del aula, que era similar a una sala de cines; los asientos eran escalonados y el tablero blanco, incrustado en la pared, parecía como el de una gran pantalla de un televisor. Había heredado los ojos azules claros y el cabello azabache de su madre. No había crecido con una figura paterna, pues su padre los había abandonado cuando se enteró del embarazo, que lo daría a luz a él. No era de una familia adinerada y tampoco era el más popular o el más guapo de la universidad; su atractivo era ordinario, pero lo suficiente para tener varias admiradoras suspirando por él. Su personalidad era la de un hombre responsable y le gustaba ser directo a la hora de hablar. Le fascinaban las matemáticas y también la lectura. Llevaba puesto un pantalón negro y una camisa azul royal de mangas largas. Atento, apuntaba notas de lo que decía el profesor. Era de tarde y esta era la última materia, que vería en el día. Pero ya el cansancio lo hacía suspirar con somnolencia. Luego de más de una hora, al fin había acabado la clase que estaba recibiendo. Guardó sus cuadernos y se echó la mochila oscura de una sola correa a la espalda y salió del salón. Caminaba por los pasillos de la universidad y un trío de muchachos lo rodeó y lo abrazaron en confianza por los hombros.
—Hedrick —dijo Aaron, quien tenía el cabello rubio y los ojos verdes. En aspecto, la de los tres eran igual a la de Hedrick. Además, que, de vez en cuando, jugaban microfútbol con los de administración, por lo que tenían buena condición física—. Hoy es viernes e iremos a un bar para buscar hermosas acompañantes de la noche para ir a la discoteca. ¿Quieres venir? Carl dijo que no podía, así que nada más seremos cuatro.
—No —respondió Hedrick, quitándole las manos y siguió caminando sin darle mucha importancia.
—Venga, Hedrick, que aburrido eres, por eso no has estado con ninguna chica todavía. A pesar de que muchas se te han declarado, no le has prestado atención a ninguna… Eres todo un rompecorazones —dijo Andrei, el segundo de sus amigos, quien tenía el cabello castaño y los ojos marrones.
—No me interesa estar en una relación por ahora; todavía no tengo nada que ofrecerles y no quiero, que les suceda lo mismo que le pasó a mi madre.
—Aquí todos sabemos que eres muy distinto a tu padre y que nunca le harías eso a una mujer. Eres tan benevolente y pulcro que, si alguien te toca, se le limpiarían los pecados —bromeó Armand, el tercero. El cual ostentaba la vista y el cabello de color azabache—. Nosotros rezamos para que aparezca una mujer que sea digna del interés de su majestad Hedrick.
—Anímate. Pronto comenzarán los parciales y no podremos volver a salir. Solo por esta vez. Tengo el presentimiento, que encontraras a tu media naranja y la que por fin te logre quitar la castidad, Hedrick —dijo Aaron, levantado el puño—. Hoy será el día en que dejes de ser un niño y te conviertas en un hombre. —Lágrimas improvisadas, salían de los ojos del rubio.
—Deberías ser actor, lo haces muy bien. —Los cuatro llegaron al verdoso campus y sus amigos, seguían insistiéndole, hasta que llegó al punto máximo de su paciencia—. Está bien, iré, pero ya cállense.
Los tres celebraron, se despidieron y se marcharon, dejándolo a él solo. Hedrick soltó un suspiro. La calma lo cubría de nuevo, ni siquiera recordaba cómo era que se había hecho amigo de esos tres molestos y ruidosos chicos. Sonrió, era bueno tener compañeros de personalidades tan opuestas y diferentes. Esperó en la parada de buses y no se tardó en llegar a su casa. Abrió la puerta y se dirigió a la sala de estar.
—Ya he llegado —dijo Hedrick. Se sentó en el mueble y se quitó la mochila.
—¡Hedrick! Estoy haciendo la cena, ya casi la termino —respondió su mamá con tono cariñoso.
—Hoy saldré con mis compañeros —dijo él, encendiendo la televisión para distraerse un rato—. No sé si regrese en la noche.
—¿Qué? —Hanna Diehl, ese era el nombre de su amada madre, quien salió de la cocina, al escuchar alarmada lo que había dicho su único hijo. Llevaba puesto un vestido holgado color gris y el cabello azabache, lo tenía amarrado en una cola de caballo—. Recuerda que mañana vendrá una amiga mía y se estará hospedando por una larga temporada en la casa.
Hedrick lo recordó de inmediato; desde varios días atrás, su madre le había estado advirtiendo de que llegaría una nueva inquilina para sobrellevar los costos de las facturas y el precio de los últimos semestres de él. Los ahorros, que tenía guardados, ya estaban por acabarse y se veían en la obligación de usar su casa como posada, para tener ingresos económicos. Pero por suerte era para alguien conocido. Aunque, sabiendo las amistades de su madre, debía ser una mujer conservadora y poco agraciada, y que, quizás, ya estaría rondando la vejez. Se imaginaba a una mujer adulta y mandona como una abuela y con un carácter estricto que, de seguro, no le gustaría en lo más mínimo. Podría afirmar, con total seguridad, que no se llevarían para nada bien, pero debía soportarlo. No tenía más elección.
—Está bien, estaré aquí antes de que llegue el nuevo huésped.
Diez años después de aquel entonces. Heleanor estaba viendo la imagen de su boda con Hedrick.—Mami, mami, Hypnos me está molestando de nuevo —dijo una bella niña, de cabello oscuro como la noche y ojos azules, como el cielo.—Hypnos, ya te dije que no molestes a tu hermana —dijo Heleanor, con voz autoritaria, pero con una gran sonrisa en su rostro. Ellos tres, eran su más hermosa tormenta—Sí, se lo voy a decir a mi papi.—¿Qué me vas a decir, Hebe? —preguntó un Hedrick adulto, que vestí un galante traje sastre color negro.—Papi. —Hebe corrió hacia Hedrick, quien la cargó en sus brazos, sin hacer ningún tipo de esfuerzo—. Papi, Hypnos me está molestando.—Hypnos, no molestes a tu hermana —dijo Hedrick, con ternura. —Tú y Her, como sus hermanos mayores, deben protegerla. Ella es la princesa y ustedes sus guardianes.—No, papi. Yo no quiero ser la princesa —dijo Hebe, con seguridad y convicción—. Yo quiero ser la reina villana.Hedrick miró a Heleanor, arrugando el entrecejo. Su espos
Hedrick estaba en la tarima, dictando el discurso de graduación, junto a Hela, por ser los dos mejores de la carrera. Heleanor y Hanna, eran los invitados de Hedrick, mientras que Holly y su madre nodriza, que era una mujer mayor. La ceremonia continuaba, hasta que llegó a su conclusión. Hedirck pasó tiempo con sus compañeros, debido a que era la última vez en que se reunirían. Pero, no veía la hora, en regresar al departamento, donde se había ido a vivir junto a Heleanor. Los tres entraron a al enorme lugar y se encontraron con un grupo de niñeras, que habían sido contratadas, nada más por ese día. Lara era la que había quedado al mando, para que supervisara a los dos bebés, que estaban en las cunas. Más da un año había pasado, desde aquel momento, en que supo lo del embarazo. Heleanor todavía se estaba recuperando. Sin embargo, ya se mostraba bien. Se acercó a los dos bebés, que dormían de manera plácida, y suspiró al verlos. Eran tan tiernos, frágiles y lindos, que pareciera qu
El día en que Heleanor había recibido la llamada en su oficia, luego de la sesión erótica, había sido de la doctora, que le había realizado la prueba de embarazo.—Señora Heleanor —dijo la doctora, preocupada—. ¿Está libre hoy? Es menester, que me reúna con usted.—¿Por qué? ¿Qué ocurre? —preguntó Heleanor. Arrugó el entrecejo. Pensó que sus pendientes habían terminado con ella, al dictar el resultado de la prueba—. ¿Es tan relevante?—Sí, señora Heleanor. Lo que debo contarle, no se lo puedo decir por teléfono y es de carácter urgente.Heleanor no demoró en asistir al consultorio de la doctora, la cual se había expresado de forma inquieta; por lo que ella, también, se había colocado intranquila, con lo que podría estar sucediendo.—¿Cuál es la razón, por la que me hace venir, doctora? —pregunto Heleanor. Se había sentado en la silla, que estaba al frente del escritorio de la especialista de la salud.—Ha ocurrido un error —dijo la médico y agachó la cabeza; era un fallo de las emplea
—Ha pasado mucho —dijo Heleanor, con añoranza—. Me enteré de que te vas a casar con esa chica.—Hela Hart —dijo Hedrick, con tono severo—. Ese es su nombre. Sí, es mi prometida.—Entiendo… —Heleanor bajó su cabeza.—Te esperé todos estos años. Pero nunca llegaste, jamás volvist. —Las lágrimas, abandonaron los ojos de Hedrick—. ¿Sabes cómo me siento? Quisiera abrazarte, besarte y mostrarte, cuando te he extrañado durante todo este tiempo. Sin embargo, ya es tarde para nosotros. Jamás te traicioné a ti, y tampoco lo haré con Hela. Engañar a la persona que más confía a ti, la que más te ha ayudado, con la que duerme en la misma cama y en el mismo cuarto; eso es lo más cruel y rastrero, que puede hacer un ser humano.—Esta fue una de las razones, por la que me enamoré de ti. Siempre fuiste fiel a tus ideales y a tus sentimientos. En cambio, yo… —Guardó silencio, mientras agachaba la cabeza.—Dudaste al principio, durante nuestra relación y también al final.—Sí —dijo Heleanor, dejando esc
Heleanor empezó a llorar, mientras lo veía. Lo mejor era que no hubiera venido, porque la sola presencia del hombre que amaba, le rompía el corazón. Ya había tomado una decisión y no daría marcha atrás.—Lo haces difícil —dijo Heleanor, desde la puerta del jet—. Te dije, que solo fuiste mi despecho. ¿Qué es lo que no quieres entender?—No te creo lo que dijiste. Una mujer que no ama, no se entregaría a un hombre, así como lo hiciste conmigo. Tu boca puede decir una cosa, pero lo que tu cuerpo me contaba, era otra muy distinta. Quizás, si lo hiciste por venganza al principio. Pero, luego, dime, ¿qué nunca llegaste a sentir nada por mí? —Hedrick endureció su expresión—. Si logras mentirme, de tal manera, que yo me lo crea. No te detendré y podrás irte.Heleanor se aguantó de los soportes de la entrada, para no caerse y para no salir corriendo hasta donde estaba Hedrick.—Hicimos todo mal. Engañamos a Hanna. Separarnos, es lo mejor.—Dime, por favor, la razón que te impulsa a marcharte d
Hedrick permaneció inmóvil en su posición. ¿Así acabaría su romance y su noviazgo? Días, meses de relación. Mañanas, tardes y noches de pasión, en que sus cuerpos se habían convertido en uno solo, nada más para separarse de esta manera tan lamentable. ¿Se iría del país? ¿Por qué? ¿Tantas ganas tenías de dejarlo, que se iba a ir al extranjero? En sus pensamientos revivió la escena en que se conocieron. Había venido a buscar refugio del engaño de su ex prometido, y ahora, se marcharía de nuevo, por algo similar, solo que esta vez, los dos habían engañado a su propia madre. Se asomó por la ventana, observando entre lágrimas, como ella se marchaba en el auto. La vida cambiaba en un segundo, y ni siquiera te daba tiempo de asimilar las cosas. Caminó hasta su cuarto y atrancó la puerta. Su expresión era sería y melancólica, como la de un hombre que había perdido a la mujer que amaba, sin poder hacer nada para evitarlo. Se tumbó sobre la cama, mirando hacia arriba. Se puso su brazo derecho e
Último capítulo