4. Solo una noche

Hedrick tumbó a Heleanor sobre la cama. Se apoyó con sus brazos, colocándoselos a los lados de la cabeza.

Heleanor abrió sus piernas para dejar que Hedrick se acomodara entre ellas. Laprisionó por el cuello, mientras que sus labios se unieron y se humedecieron al contacto. Abrieron sus bocas y sus lenguas se encontraron para comenzar un gustoso jugueteo que los dos disfrutaban.

Hedrick se separó con delicadeza del rostro de Heleanor y vio las mejillas rozadas y el pecho que se le inflaba y desinflaba de forma acelerada. Esa mujer, tan hermosa, lo descontrolaba, y la expresión que, ella mostraba, lo estimulaba demasiado. Estaba a punto de explotar. Volvió a atacarle los labios y luego bajó por el cuello; la besó por ambos lados y por el frente, dejando fuertes chupones, que hacían excitar cada vez más a Heleanor. Luego la despojó del vestido vino tinto. Admiraba el cuerpo, solo con su ropa interior de encaje de color negro. La vista era maravillosa, demasiado para él. Observó, como ella se había dado media vuelta e intentó desabrocharle el brasier, pero su mano temblaba y no podía quitárselo. No estaba acostumbrado a quitar sujetadores y ese simple sistema, se había convertido en una cerradura, que era muy difícil de abrir. Respiró para calmarse. Esto era complicado. Hasta que por fin pudo hacerlo y ella se giró de nuevo, quedando boca arriba. Ahora, ante su vista, quedaron descubiertos los senos de Heleanor, que eran más grandes y firmes de lo que aparentaban, y a los cuales se les dibujaba una mediana areola que rodeaba el ya endurecido pezón. Entonces, regresó al cuello, y de forma lenta, se lo besaba, mientras colocaba su entrepierna en la intimidad de ella. Decidió bajar hasta los suaves y voluminosos pechos de Heleanor. Abrió su boca y se llevó el seno derecho dentro de él, como si quisiera devorarlo por completo. Lo mordía, lo succionaba, lo lamía y jugó tanto como quiso, mientras con la mano libre, apretaba y pellizcaba el otro. Pasó al que faltaba y le dejaba chupetones en el pecho a Heleanor. Se alejó para quitarse su camisa, su pantalón y su bóxer.

Heleanor también quedó embelesada con el cuerpo atlético de Hedrick, el abdomen se le marcaba más de lo que había imaginado. Provocando, que el calor aumentara. En ella comenzó a nacer una picazón en medio de sus piernas, un cosquilleo que debía ser calmado cuanto antes. Quería ser llenada, ya lo necesitaba y no podría aguantar más.

Hedrick vio el brillo en los ojos de Heleanor y continúo, dándole pequeños besos por la barriga, los cuales hacían estremecer y jadear a Heleanor. Recorrió el abdomen de ella. Acarició el ombligo y pasó sus dedos por debajo de la pantaleta, tanteando el blanduzco monte de Venus de Heleanor; el tacto de la piel era suave y libre de aspereza. Volvió a besar a Heleanor y enseguida metió el dedo mayor y el anular dentro de ella, sintiendo la humedad y el caliente abrasador del interior de hermosa y desconocida mujer. Se deslizó con facilidad debido a los emergentes fluidos, que lubricaban la intimidad de Heleanor. Así que la siguió besando y empezó a mover sus dedos, realizando figuras de gancho y reanudó sus maniobras, por un par de minutos más, hasta que la posición lo cansó.

Hedrick se detuvo, ya era el momento de seguir con el acto principal. Acarició las piernas y los muslos de Heleanor con suavidad, las pegó, en tanto las alzaba para despojarla de la última prenda y volvió a abrirle las extremidades. Acarició el rostro de la hermosa mujer de cabello oscuro y mientras apoyaba sus antebrazos en la cama. Percibió algo similar a un muro blanduzco, que era muy caliente y entrecerró sus ojos cuando se adentró con suavidad en ella. Estaba siendo succionado por Heleanor y sintió como un líquido hirviente lo había bañado.

Heleanor experimentó un cosquilleo que le ascendió por el abdomen. Era como si la estuvieran partiendo en dos; era doloroso y como si algo se hubiera quebrado en su interior. Abrazó a Hedrick con fuerza por la espalda, le clavo sus uñas en el dorso, casi que desgarrándole la carne como si fueran filosas navajas y soltó un sonoro gemido.

Hedrick dejó escapar un pesado suspiro. ¿Así se sentía estar dentro de una mujer? Era demasiado apretado, caliente y húmedo. Perdería la cabeza ante esa sensación tan delirante. Podría percibir como el más leve movimiento, haría que algo saliera de él. Así que se quedó quieto, mientras miraba el bello rostro de esa mujer, que lo veía igual de desarmada. Ahora entendía por qué sus amigos se la pasaban hablando y contando sus aventuras amorosas. No les prestaba mucha atención, pero esto superaba todo relato, que ellos le hubieran dicho. Disfrutó otra vez de los dulces labios de su hermosa dama e inició a moverse de manera lenta, sin apartar la mirada de esos ojos cerúleos, que resplandecían como gemas de topacio de azul cielo, por las sensaciones que experimentaban. Hedrick fue aumentando la rudeza de sus movimientos poco a poco, haciendo que se le escaparan varios jadeos a él.

Heleanor no podía evitar que sus cuerdas vocales, emitieran el más placentero de los sonidos, que se escuchaba como la más estimulante de las canciones, y sus gemidos rebotaban en las paredes de su cuarto. El dolor que antes había experimentado, se había transformado en un maravilloso deleite. Abrió más sus piernas para que ese muchacho, le brindara más de ese ferviente placer, que nunca había sentido.

Heleanor y Hedrick, sin saberlo, se habían sumergido en su primera experiencia erótica. Ninguno lo planeó, solo sucedió. El bar fue el sitio donde todo había empezado entre ellos. Ambos consumían en sabor de sus almas, unidos como uno.

El cuerpo de Heleanor ya había aumentado su sensibilidad y la sola respiración de Hedrick, la hacía temblar los brazos y los labios, como si fuera una fría, pero ardiente descarga eléctrica, que la recorría por dentro, haciéndola disfrutar de la mejor de las sensaciones. Cambiaron de postura y Heleanor se puso de manera cuadrupedal, apoyándose sobre la cabecera de la cama.

Hedrick la comenzó a besar por toda la espalda y se la marcaba con su boca. Volvió entonces su erguido atributo dentro de ella y continúo con las embestidas a su dama; incrustándose con fuerza desde el inicio. Sintió, por segunda vez, toda la calidez que brindaba el interior de una mujer, haciendo que las piernas de ella temblaran y que su cuerpo se retorciera de placer, en tanto Heleanor gemía con intensidad antes los profundos ataques de Hedrick.

Heleanor abría sus labios y besaba a Hedrick. Intercambiaban saliva y pegaban sus lenguas, moviéndolas en un gratificante baile, como si fuera una tormenta. Ambos estuvieron más de media hora besándose y entregándose en el acto más placentero que podría vincular a un hombre y una mujer. Las fuerzas de ambos disminuían a cada minuto, pero más era las frenéticas sensaciones, que los abrazaban sin pudor. Hasta que pareció perder la razón por pocos segundos, como si flotara y como si hubiera tocado el cielo. Estaba agotada y estropeada.

Hedrick se pegó más a ella y le dio una embestida con vehemencia, más fuerte que cualquiera de las anteriores.

Heleanor sintió como algo húmedo la llenaba. Sus respiraciones estaban aceleradas y el corazón les palpitaba con mucha rapidez.

Hedrick se derrumbó sobre ella, cansado y ajetreado, después de haber llegado al éxtasis de la formidable velada.  Los dos se taparon con las sábanas blancas, se abrazaron como amantes enamorados y sucumbieron al sueño. Despertó de mañana. Algo pesado y blando le hacía presión en su torso. Abrió sus parpados con lentitud y la hermosa mujer, estaba durmiendo en su pecho con los abultados senos aplastados en su torso. No había sido una fantasía erótica, que había soñado. Le acaricio el ondulado cabello azabache y ella se movió, pero todavía estaba dormida. Ahora deseaba tener un reloj para ver la hora, pues su celular lo había dejado en su casa. Solo debía apartarla con suavidad para no despertarla, sí, un poco más y lo lograría. Luego apartó la sabana que los arropaba y en su mirada se reflejó una mancha roja, que adornaba el colchón. Espera, acaso, ¿ella también era virgen? Era muy raro en una mujer mayor, pero tampoco era imposible. Además, cuando ella le contó lo del ex prometido, creyó que ya tenía experiencia. Así que ambos se habían regalado su primera actividad erótica. Sonrió con satisfacción. Vio de nuevo a Heleanor y le dio un pequeño beso de despedida en la frente. Eso lo convertía en un encuentro más especial y lo guardaría como un tesoro valioso, que nadie más podría volver a repetir. Era único e irrepetible, ya que sus castidades no regresarían y estaba seguro, de que no se arrepentiría nunca. Esa mujer viviría en su memoria como el recuerdo más precioso, que podría tener en la vida y el que se llevaría a la tumba. Al menos quisiera saber el nombre de ella, pero ya no podía hacer nada; así era mejor. Agarró un papel y le apuntó su número. Ella decidiría si quería volver a repetir la extraordinaria velada. Antes de salir del departamento, escuchó como el celular de esa hermosa mujer, sonaba con insistencia. Llegó a su casa, mareado, somnoliento y débil. La intimidad era maravillosa, pero también muy agotadora.

—¡Hedrick! —dijo su madre al verlo—. Te estaba llamando, pero nada sirvió, ya que encontré tu celular en tu habitación. Me tenías preocupada.

—Sí, lo dejé —respondió, subiendo las escaleras; quería seguir durmiendo—. Estoy bien, me quedé con mis amigos.

—Tienes suerte de que todavía no haya llegado mi amiga. La he estado llamando y no me contesta.

—Avísame cuando ella llegue.

Hedrick, ni siquiera se acordaba de la nueva inquilina. La abuela fea y regañona, pronto llegaría a su casa. Sería mejor que pasara algo para que no viniera, pero también necesitaban el dinero. La situación resultaba molesta. Era muy relajante estar solo y sin personas molestas. Pero ya no podía hacer nada.

—Bueno, yo la seguiré llamando.

Hedrick accedió a su cuarto y se quitó la camisa azul. Se vio en el espejo y se dio la vuelta, la espalda le ardía y era normal, cono semejantes arañazos que tenía. Esa mujer era como una linda y peligrosa pantera negra, que lo había cortado con sus garras. Moldeó una gratificante sonrisa y se arrojó en su cama. Revivía en sus pensamientos, lo que había sucedido y volvió a tomar una siesta, con la esperanza de ver mejor sus recuerdos.

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