Tras 200 traiciones, me divorcié
Me casé con León durante nueve años.
Él era de sangre pura, el Alfa de toda la manada Colmillo de Plata. Yo, en cambio, solo era una "Luna temporal", elegida en un matrimonio político dentro de la manada.
En esos nueve años, trajo a casa a 199 mujeres.
Esta noche, llegó la número 200.
Era una joven Omega recién llegada a la adultez, que le había lanzado señales de apareamiento en el banquete. León no la rechazó. En cambio, la llevó a nuestro territorio de la manada.
Al entrar, la chica me vio sentada en el sofá de la sala y su mirada dejó escapar un desdén descarado.
—Alfa, ¿esta es esa Luna a la que nunca has marcado?
León, recostado en el sillón, respondió con indiferencia:
—Sí.
Ella se acercó, mirándome desde arriba con una sonrisa arrogante.
Alargó la mano y me dio unas palmaditas en la mejilla, su voz dulce pero cargada de provocación:
—Esta noche escucha bien lo que realmente vuelve loco a Alfa.
Aquella noche, me obligaron a quedarme frente a su habitación, escuchando cada gemido, cada gruñido, como si fuera un ritual de humillación.
Al amanecer, León bajó como siempre, frío y distante, y ordenó:
—Prepara el desayuno. Quiero carne cruda y té.
Me negué.
Parecía olvidar que nuestro vínculo era solo un acuerdo, que nunca nos habíamos marcado.
Y que hoy faltaban exactamente tres días para que ese acuerdo terminara.