La Mentira que Todos Sabían Menos Yo
«Ofende a alfa Carlos, e Irene intercederá por ti. Pero si enfadas a Irene, no quedarán ni tus huesos».
Esta frase corría como la pólvora entre los lobos de alta sociedad.
Yo soy Irene. Y solo por un juego, decidí romper el contrato de pareja con Carlos.
En aquel juego, él, borracho, soltó:
—Me encanta apoyar la cabeza en el vientre de una embarazada y escuchar el latido de la cría.
El salón se sumió en un silencio glacial. Todas las miradas se clavaron en mí.
No había sorpresa en esos ojos, solo compasión hacia mí —la Luna legítima— y el pánico de un secreto al descubierto.
Me di cuenta al instante. Todos sabían que Carlos tenía una cría con otra mujer. Y todos le habían encubierto.
Porque conocían una verdad: yo era la vida de Carlos.
Si lo descubría, lo abandonaría... y él enloquecería.
Hay que admitir que me entendían demasiado bien.
Tras conocer la verdad, preparé tres cosas:
Primera: Arrojé al horno de fundición el anillo de bodas que Carlos diseñó para mí. Los diamantes estallaron en un arcoíris de despedida.
Segunda: Guardé en un USB el video donde Lilia me provocaba con su embarazo.
Tercera: Presenté ante el Departamento de Asuntos Lupinos mi solicitud para ser investigadora en la Isla Glacial, un refugio aislado del mundo.
El día que abandoné la manada era justo el séptimo aniversario de nuestra boda.
Y yo... me esfumaría de su vida como humo en el viento.