Su Arrepentimiento, Mi Trono
Fui el secreto del Alfa Adrián durante ocho años.
Tuvo que llegar el centenario de su abuelo para que finalmente nos llevara a nuestro hijo, Gael, y a mí al territorio de la manada.
Juró que los Ancianos de la manada por fin nos habían dado su bendición.
Nuestro hijo, lleno de emoción, saltaba en la cama con la medalla de campeón de su torneo juvenil de combate entre las manos.
Había luchado con uñas y dientes para ganarla, solo para hacer sentir orgulloso a su padre.
Pero en cuanto pusimos un pie en los terrenos de la Mansión Monteverde, lo vimos.
Adrián, con los brazos enredados alrededor de una loba rubia, la besaba con intensidad.
Con una sonrisa, la presentó:
—Mi compañera, Sofía.
Gael corrió hacia él para enfrentarlo, apuntando con el dedo la marca de mordida que tenía en mi cuello.
—¡Esa es la marca que papá le dio a mamá! ¡Todos la pueden ver!
Pero el Anciano Principal de la manada dio un paso al frente.
Después de una mirada superficial, soltó una mueca de desprecio.
—Un truco ingenioso de magia de sangre. —Dijo con frialdad. —Puede imitar el aroma, pero carece de la conexión profunda del alma que tiene un verdadero vínculo de compañeros. Cualquier lobo con experiencia puede verlo.
Me giré hacia Adrián, con el cuerpo completamente paralizado.
Él apartó la mirada de mí y acarició con ternura la verdadera marca en el cuello de Sofía, la cual brillaba con un resplandor plateado bajo la luz de la luna.
—La Manada Monteverde no aceptará a una mestiza que ni siquiera puede transformarse. —Declaró. —La única digna de estar a mi lado es Sofía.
Lo miré, y una risa amarga escapó de mis labios.
Pensar que había reprimido mi propia sangre Real Alfa por un hombre como ese...