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Nuestro Destino.

Nuestro Destino.

"Le dije al cielo que te fuiste y empezó a llorar". Esa frase, esa melodía, esa letra. ¿Por qué somos tan débiles cuando nos enamoramos? ¿Por qué aún no puedo olvidarte? ¿Por qué todo estaba en contra de nosotros? ¿Por qué nos importa tanto lo que piensan los demás? ¿Por qué no pudimos dejarnos llevar por lo que sentimos? ¿Por qué sigues en mi mente, incluso cuando trato de alejarte? Quité los auriculares, y la última frase de la canción me dejó sin aliento: "¿Por qué yo no puedo respirar sin ti?" Mi playlist se detuvo en ese instante, esa frase quedó flotando en el aire, y el silencio me envolvió. En ese momento, mi celular vibró, y un mensaje de Flor apareció en pantalla: "Su vuelo sale en dos horas, ¡aún no es tarde, Nahya! Hazlo." Tomé una decisión sin pensarlo demasiado. Me puse el abrigo, salí a la lluvia que caía a cántaros, sin importarme el frío ni el caos del mundo. Tomé un taxi, pero el tráfico estaba atascado. Cada segundo que pasaba, el miedo de llegar tarde crecía en mi pecho. Cuando finalmente llegué, corrí con todas mis fuerzas, pero cuando llegué al aeropuerto… ya no estaba. Tal vez este era nuestro destino.
Romance
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Corazón de cenizas

Corazón de cenizas

En su quinto año de matrimonio con Gabriel Pérez, Isabella Moreno recibió provocadores mensajes de voz y fotos íntimas… enviados desde el teléfono de su propio esposo. La remitente: el primer amor de él. —Han pasado solo seis meses desde que regresé al país y con solo hacer un gesto, cayó rendido —decía la mujer en uno de los audios—. Esta noche preparó fuegos artificiales azules para mí, pero no me gusta ese color. Así que, para no desperdiciarlos, te los regalo para tu aniversario de bodas. Un mes después, llegó su quinto aniversario de matrimonio. Isabella contemplaba los fuegos artificiales azules que estallaban en el cielo, justo frente a la ventana, mientras miraba el asiento vacío frente a ella. Esa misma noche, la mujer volvió a provocarla, enviándole una foto de ambos en una cena romántica a la luz de las velas. Isabella no lloró ni hizo escándalo; en silencio, firmó los papeles de divorcio y luego instruyó a su secretaria para que preparara una boda. —Señora, ¿qué nombres escribo para los novios? —preguntó la secretaria, confundida. —Gabriel Pérez y Elena Castro. Siete días después, Isabella abordó un vuelo rumbo a Noruega para entregarlos personalmente y bendecir su matrimonio.
Cuento corto · Romance
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