Narrado por Karina
El silencio de la casa se había vuelto más pesado desde aquella llamada. Celeste no lo decía en voz alta, pero la vi brillar de emoción cuando me miró, como si la noticia hubiera sido un regalo inesperado en medio de los días grises. Gregory, por su parte, caminaba con paso firme, con el porte de un hombre que acababa de recibir una victoria personal que no dependía de sus negocios. Y Dante… Dante no apartaba los ojos de mí, con esa mezcla de incredulidad y orgullo que lo envolvía todo.
Yo permanecía quieta, las manos sobre el regazo, como si fueran lo único que pudiera sujetar para no venirme abajo. No dije nada, porque no podía. Mi silencio, como siempre, era interpretado según los ojos que me miraran. Para Celeste era timidez. Para Gregory, docilidad. Para Dante, complicidad. Solo yo sabía la verdad: mi silencio era miedo.
Un miedo que crecía cada vez que acariciaba el lugar donde el secreto más grande de mi vida comenzaba a latir. Porque lo sabía. Lo sentía. Ese